domingo, 30 de diciembre de 2012

Los Reyes Magos eran andaluces...

Con motivo del  libro de Benedicto XVI acerca de la infancia de Jesús no han dejado de surgir titulares curiosos. Recojo y modifico para perfeccionar el titular del ABC y me invento los que podrían haber redactado otros periódicos españoles, tan objetivos como el ABC:

ABC: Los Reyes Magos eran andaluces y llevaron como regalo una camiseta de la selección española de fútbol, la tricampeona.

La Razón:  Los Reyes Magos piden consejo en La Zarzuela antes de salir hacia Palestina. 

El Mundo: Un paje de los Reyes Magos pierde la caja de incienso que sería usada para el 11-M.

El País: Debido a los recortes del PP, los Reyes Magos se ven obligados a comprar seguro privado para cubrir su viaje a Palestina.

El Diario.esLa monarquía de nuevo en entredicho: Herodes pierde los estribos al descubrir que los Reyes Magos son en realidad astrónomos. 

LibertadDigital. CCOO y UGT se infiltran entre los pajes de los Reyes Magos para provocar una huelga el día 5 de enero.

Avui. Gara: Los Reyes Magos viajan a Palestina para apoyar a los judíos y sus líderes en su lucha contra el centralismo de Roma.

La verdad, prefiero esto:



jueves, 20 de diciembre de 2012

Manipulaciones navideñas

A veces hay campañas que dan un poco de vergüenza ajena por su mediocridad intelectual, como esta  de algunos ateos yankis. En Times Square han puesto un anuncio-cartel que incluye una foto de Santa Claus invitándonos a disfrutar de estas fechas y otra de la cabeza de un Cristo crucificado con un pie de foto invitándonos a deshacernos del mito.  Aquí la foto:


Pero, yo me pregunto, ya que estamos en Navidad lo lógico hubiera sido incluir una foto de Jesús niño, y animarnos también a tirar el mito por la ventana. Claro que un slogan así no iría bien con una foto como la que sigue abajo. El niño, la infancia, son demasiado tiernos como para invitar a alguien a deshacerse de ellos.  Y, sin embargo, si estamos en Navidad y no en Semana Santa, es lo que habría que haber mostrado. El mito hay que aceptarlo o rechazarlo en su totalidad y presentarlo sin las manipulaciones propias de una propaganda panfletaria. Con todo esto es muy fácil establecer una analogía y decir que Herodes ha sido derrotado, de nuevo, por un niño. O sea que, visto lo visto, Feliz Navidad y Felices Fiestas para todos.

martes, 11 de diciembre de 2012

Rafael Argullol o los claroscuros de la novela-ensayo ('Transeuropa')

Es esta una novela para cuyo argumento pueden caber varias interpretaciones, que no tienen por qué ser excluyentes. Puede verse por un lado como una reflexión sobre la esencia de Europa, sobre su pasado y su futuro, y también un episodio autobiográfico clave en el que cuenta el viaje a los orígenes personales, unos orígenes que son difíciles de hallar y que no producen un  resultado fácil o unívoco. En cuanto a  su calidad literaria, me ha parecido una buena novela, bien escrita, pero quizá con un sentimiento de intriga demasiado débil como para que llegue al lector más convencional.

     Conozco algunos ensayos de Argullol, como El Héroe y el único, que además de lúcidos siempre están bien escritos.  Y creo que esa condición suya de ensayista a la vez es lo que ayuda y lastra esta novela. La ayuda porque evidentemente se trata de una novela cuyo argumento llama a hondas reflexiones y la aleja del mero entretenimiento. Y también porque ese afán de los ensayistas de ahondar en sus ideas y llevarlas hasta el fondo hace de ella una narración y un argumento muy compactos y bien medidos, sin cabos sueltos ni ideas o propuestas que se queden a medio camino.  El dominio del idioma del autor además ayuda a que esos propósitos lleguen a buen término y se eviten repeticiones, frases facilonas o tópicos estilísticos.  Los párrafos de cada capítulo, de cada episodio, se muestran también completos y sólidos, bien trabajados y perfectamente cerrados en su construcción.

      El problema, si se quiere ver así, es que ese estilo es a veces demasiado objetivo o informativo, demasiado aséptico y con poca carga emocional, algo que también puede achacarse a toda la historia. No estoy reclamando del autor un sentimentalismo barato, pero sí me parece que algunos pasajes –no todos se deberían haber redactado con un poco  menos de frialdad. El argumento puede enganchar, pero creo que la conexión del lector con él va a ser mucho más intelectual que emocional. Y en la novela no faltan pasajes logrados y brillantes a los que se podría haber sacado mucho más fruto, como son el encuentro y el concierto con Vera, la visión-sueño de las múltiples habitaciones, la inauguración del puente, etc.  Esta dimensión intelectual o alegórica de la novela también puede encontrar algunas críticas. Por ejemplo el reducir Europa o Transeuropa a uno o dos lugares del Este es realmente una simplificación que no se corresponde con la realidad histórica. De la misma manera, el olvido de la Europa occidental deja bastante coja la novela, si esta se entiende como un intento de dar con la identidad total del continente; lo mismo ocurre con algunas simplificaciones acerca de la historia europea, del papel de las religiones o de algunos estereotipos nacionales.

      De todos modos, vista en su conjunto, no deja de ser un intento interesante y meritorio. Frente a tanta novela española que parece no superar unas miras aldeanas y una problemática de charanga y pandereta, vienen bien trabajos como este, que pueden hacer que el lector se sienta incómodo en territorios desconocidos y no domesticados y le lleven a pensar que más allá de sus fronteras existen entidades que forman parte de su identidad y que hay que intentar descifrar por todos los medios posibles, siendo la ficción uno de los principales. (Rafael Argullol: Transeuropa. Madrid: Alfaguara, 199, 236 pp.)



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