domingo, 30 de marzo de 2014

Alicia Giménez Bartlett: ‘Donde nadie te encuentre’


Con esta novela,
 el Nadal se sigue
aPlanetando
(o aplatanando)
Tenía cierta inquietud por leer algo de Giménez Bartlett, después de haber escuchado algunos elogios acerca de sus novelas protagonizadas por la inspectora Petra Delicado.  Como mis últimas experiencias con el género policiaco han sido más bien negativas, al final elegí esta novela, que no es propiamente detectivesca, aunque sí tiene muchos rasgos análogos. También la seleccioné por haber recibido el Nadal de 2011 y confiar, por ello, que sería de cierta calidad. Pero al final su lectura no me resultado muy convincente. 

     Para matizar, digamos que esa lectura empezó siendo casi depresiva, pues tanto a nivel argumental como a nivel estilístico no acababa de encontrarle méritos por ninguna parte. El lenguaje era de lo más tópico y a la autora no se le veían por ningún lado ningún deseo o posibilidad de salir de frases desgastadas y sin ninguna marca personal. Igualmente el argumento tampoco acababa de arrancar y de crear un ambiente de intriga o incertidumbre con la suficiente tensión como para conseguir un interés mínimo por la historia. La relación personal entre los dos  investigadores (Carlos Infante y  Lucien Nourissier) parecía también un tanteo que la autora no sabía adónde llevar y que parece haber sido una mera transferencia de la pareja Delicado-Garzón de sus otras novelas.

      Con el pasar de las páginas la cosa cambió para bien, aunque de forma sólo parcial, pues esa mejora me parece que sólo afecta al nivel argumental o anecdótico del libro. El lenguaje sigue siendo tan prosaico y mediano como al comienzo, y la oralidad con la que se quiere infundir a los  parlamentos de la Pastora me parece muy lejana de lo que han conseguido maestros como Juan Rulfo o José Jiménez Lozano. Lo que sí creo que mejora la novela es el progresivo crecimiento de la figura de la Pastora, su relieve y protagonismo, y cuya historia se van intercalanado –con otro tipo de letra en la historia de las pesquisas de Infante y Nourissier.  Y aunque esto esté bien conseguido, me quedan las dudas de cuánto debe esa encarnación del personaje a la biografía histórica en la que se basa la autora (José Calvo: La Pastora: del monte al mito: Antinea: 2009, 652 pp.). Me temo que demasiado. 

      A favor de Bartlett hay que mencionar, sin embargo, que ésta no ha caído en la tentación del simplón maniqueísmo que se veía en Inés o la alegría, de Almudena Grandes. Aquí tanto la Guardia Civil como el maquis y la Pastora cometen atropellos y errores a diestro y siniestro, no se idealiza a nadie, aunque la Guardia Civil suele ser ser siempre el malo de la película (y los tontos también).  Las víctimas de ambos grupos suelen ser los masoveros, aunque entre ellos tampoco figuran muchos héroes ni idealistas, pues se incluyen delatores, arribistas, vergonzosas prostituciones, traiciones, etc.  En este sentido la novela es bastante deprimente y simplificada también, y creo que lo único que se salva sea la corporeidad histórica de la Pastora-Florencio, un poco más verosímil que el resto de los personajes, con los que creo que la autora quiere simbolizar a España. 

       Por ello la figura del francés Lucien, que también tiene sus debilidades, opina más de una vez sobre nuestro país  con unas frases que recuerdan mucho al Sans-Delai de “Vuelva Ud. mañana" de Mariano José de Larra. En este sentido,  aunque los tonos sean más trágicos aquí, la sensación de una España caótica es la misma en los dos relatos. Por eso, y a pesar de alguna figura redentora aislada, como Mariano Vinuesa, que aparece al final de la novela, no creo que sea un libro para leer en momentos de depresión. Esta parte argumental se complementa relativamente bien con algunos recursos propios de lo que me imagino es la novela detectivesca de Bartlett: dobles juegos de muchos de los personajes, giros de identidad inesperados y a última hora, etc.  Al mismo tiempo, es un buen ejemplo de cómo una sociedad apoyada en la mentira simplemente no puede funcionar. ¿Suena actual?


Como se ve en esta foto y en las siguientes,
la novela podría haber
sacado mucho  más jugo literario al
paisaje natural del Maestrazgo



       De todas formas, los méritos que pueda haber en todo esto, no llegan a compensar lo que me parece una de las limitaciones más graves de la novela, y es la ausencia de color local y de lirismo propio de este tipo de narraciones. No sé muy bien cuál es el conocimiento directo del Maestrazgo que tiene la autora pero en la novela se echan mucho de menos descripciones que hagan revivir el campo y el tipismo de la región; apenas hay uno o dos párrafos donde aparezcan con autonomía propia nombres de plantas, comidas, aperos de labranza, elementos climáticos que se noten experimentados en primera persona; todo eso, aquí, no pasa de sonar a libresco o a aprendido de los mapas o libros al respecto. Y esto, en una novela ambientada en el campo, y a la que se quiere dar un color local, con una heroína igualmente local, no deja de parecerme una seria limitación.

      Otro punto y aparte lo merece la personalidad de la Pastora-Florencio. Por supuesto no tengo nada contra los gays, pero mis teorías de la conspiración no me dejan tranquilo al pensar que ese niño al que hacen niña y luego de mayor vuelve a  ser niño, anda muy cercano de lo que ahora nos ha dado por llamar políticamente correcto. Y si no deja de ser una historia en parte real y una figura que merezca recuperación  histórica, como novela, y debido a esas limitaciones estilísticas, no entiendo muy bien  por qué ha podido ganar el premio Nadal; a no ser que, como dicen las chicas de la Patrulla de Salvación, este caso responda también a los intereses  del lobby gay. Y aquí también la reseña de Ricardo Senabre en El Cultural, que coincide en demasiados puntos con la mía.

      Al fin, no creo que merezca la pena meterse quininentas páginas entre pecho y espalda para leer un ladrillote más bien deprimente, medianamente escrito y con aciertos aislados que se pueden encontrarse en cualquier novela detectivesca.  Me temo que al lector interesado en el tema le va a resultar más útil leerse la biografía histórica de La Pastora. (Alicia Giménez Bartlett: Donde nadie te encuentre. Barcelona: Destino, 2011, 509 pp.). 

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jueves, 20 de marzo de 2014

Alicia Giménez Bartlett: maquis, comunistas y masoveros

Estoy leyendo Donde nadie te encuentre, la novela de Alicia Giménez Bartlett sobre el maquis del Maestrazgo. La novela ganó el Premio Nadal de 2011 y creo que será la que ocupe la próxima reseña del blog. Por ahora puedo decir que frente a Inés o la alegría, de Almudena Grandes, tiene en su contra la simpleza estilística, pero también, a su favor, un maniqueísmo un poco más diluido y una recreación de los posible desmanes y abusos del maquis que no creo que fueran inverosímiles. Ya se sabe que, en las guerras, no suele haber ni buenos ni malos. 

    Recojo algunas citas al respecto, que no creo que cupieran en el estrecho mundo de la Grandes. La primera la tomo como muestra del idealismo ingenuo de algunos de estos combatientes, luego desmentido por sus propias acciones, las citas que siguen, y la propia historia del comunismo. La segunda porque ese idealismo del maquis no encajaría con el 'amor libre' de aquel 'libro rojo del cole' de los años 70-80; para algunos ojos actuales sería una frase propia de la Legión de la Decencia o algo así.  Y la tercera procede de uno de los masoveros de la novela, pillado entre los abusos de la Guardia Civil y los el maquis; el masovero está siendo cuestionado por Francisco, el guerrillero compañero de Florencio-La Pastora. 

1) "En el partido comunista (sic) te enseñan que las personas, sean como sean, tienen una dignidad y se merecen un respeto, y eso se aprende leyendo lo que hay que leer y teniendo libertad. (p. 248)."

2) "¿Has visto, Pastora? ¿Has visto lo que se ha hecho con el pueblo? Son gente sin moral, sin dignidad, que por un poco  de dinero venden [prostituyen] a la  [su] mujer y a la [su] madre también. Delante de los maridos, de los hijos que han tenido con hombres diferentes. Para eso luchamos ¿comprendes?, para que los  humanos no vivamos como animales que igual les da una cosa que otra." (p. 305)

3) "Ayudo a los guardias (civiles) justo lo que me mandan en el pueblo, ¿o es que quiere que me pelen? ¡Y poca gracia que me hace, no vaya a pensar (...) Pero no se crea que es a mí solo, eso obligan a todos los masoveros (...) Así que no me venga que soy un fascista, que entre los unos y los otros lo que están haciendo  es amargarnos la vida a la gente del campo que sólo queremos trabajar" (pp. 341-342).

Algunas fotos al respecto:

Maquis capturados por la Guardia Civil

Maquis con un 'trofeo'

lunes, 10 de marzo de 2014

Juan Manuel de Prada: ¿escritor católico?

 
Flannery O'Connor
Para alabarle o denigrarle, en la prensa convencional o en la blogosfera Juan Manuel de Prada aparece frecuentemente catalogado como escritor católico. Después de leer Me hallará la muerte (sus columnas de opinión apenas las conozco) y después de leer  "The Catholic Writer Today", un interesante artículo de  Dana Gioia, me parece que en Me hallará la muerte no tenemos propiamente un escritor católico profundo. Me explico brevemente. 

     Un verdadero escritor católico no es lo mismo que un apologeta, un moralista, un teólogo, un catequista, ni un escritor que de vez en cuando recurre a imágenes bíblicas para dar a esa narración un contenido más o menos religioso. Eso es como tener el catolicismo cogido por las puntas o ir por la vida de católico oficial.
Juan Manuel de Prada
  
        Los escritores católicos más serios (Flannery O' Connor, Tolkien) y especialmente los conversos (Francois Mauriac, Evelyn Waugh, Joris K. Hysman), escriben sobre todo para entender lo más hondo de la naturaleza humana, la agónica lucha entre el bien y el mal, la posiblidad de la redención o el perdón (no siempre exitosos). Sin embargo muy pocas veces moralizan, catequizan o alardean de conocimientos teológicos. Todo ello les lleva a crear unas historias y uno personajes más bien complejos e intensos, con pocos respiros, y donde, por supuesto, el final feliz o la justicia poética no son obligatorios, pues ya se sabe que en este mundo el trigo y la cizaña van a tener que convivir hasta el fin de los tiempos. Tampoco creo que estos escritores presentaran la sexualidad como lo hace de Prada, que no parece conocer la teología del cuerpo del Karol Wojtyla filósofo y cuyo erotismo va casi a la par del de Cincuenta sombras de grey.

    Y volviendo a los méritos de la mayoría de esos escritores católicos, todavía recuerdo mi lectura los cuentos completos de Flannery O'Connor, que simplemente no pude terminar en una sola sentada, pues cada uno de ellos me dejaba prácticamente agotado, por su intensidad y complejidades significativas. Algo que, en absoluto, me ha pasado, con Me hallará la muerte, donde, entre otras cosas, el malo acaba recibiendo su merecido al final, como en cualquier novela de aventuras. Tampoco me imagino a Prada escribiendo un diario como el de O'Connor, a punto de ser publicado.
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