martes, 29 de septiembre de 2015

Justo Navarro: Hermana muerte

Novela de poeta,
con sus pros y
sus contras
Desde la primera página se nota que estamos ante una novela escrita por un poeta, y por ello me ha recordado bastante a las novelas de Luisa Castro y  Elena Santiago, ya comentadas en este blog. Se trata de una novela de lenguaje cuidado y apretado, en el que cada palabra y cada expresión se ensartan con precisión en su lugar, como si estuvieran hechos para esa frase y para ninguna otra. El mismo título es lo suficiente e intencionalmente ambiguo como lo sería un poema con un tema semejante, donde por un lado la verdadera personalidad de la hermana del protagonista se revela con la muerte del padre de ambos, y por otro la misma muerte se une a los dos hermanos,  y especialmente al narrador , para acompañarlos para siempre en la figura de su padre a través de los visitantes y “clientes” de su hermana.

      Como otras novelas de poetas, también ésta se preocupa más de construir una atmósfera densa que de inventar un argumento novelesco, y de ahondar más que en desarrollar en la psicología de los personajes. Por ello, al final, tenemos una novela con pocos personajes, pocos escenarios,  bastante condensación temporal y numerosas recurrencias simbólicas.  Eso hace que al autor le resulte más fácil conseguir mantener  un tono único en toda la narración, conseguido por ejemplo mediante el escueto uso de los diálogos o la organización de cada capítulo a partir de unos párrafos más o menos uniformes a lo largo de todo el libro, tanto por su extensión como por sus construcciones estilísticas.

       Quizá lo que más me haya gustado es ese vaivén de leitmotivs que contribuyen a lo agobiante y claustrofóbico del ambiente. Entre ellos están esas recurrentes descripciones a la incomodidad que supone vivir rodeado de grúas y edificios en construcción, o esas escenas en las que el adolescente narrador nos sitúa a medio camino entre el sueño y la vigilia, las marcas de coches y partes del cuerpo de los clientes de su hermana que recuerdan a ese padre muerto que no acaba de morirse … Y sobre todo ese adolescente narrador,  que narra –autor de por medio– desde un enfoque relativamente ingenuo un ambiente sórdido, de personajes egoístas y en donde la única posible redención –Martín– es al final aniquilada por el mismo narrador-protagonista. 


      Como resumen puedo decir que se trata de una novela densa y bien conseguida en su nivel; sin embargo, al final, queda la impresión de ser una novela que no da para más, que se agota en sí misma y que no permite más vuelos literarios o imaginativos  que los de una primera lectura, salvo, quizá, su componente simbólico. Una especie de vuelta sobre el complejo de Edipo, combinada con esa sordidez desesperanzada y pesimista que tanto frecuentan algunos posmodernos españoles y que parece un laberinto del que ninguno de ellos quiere o puede salir. (Justo Navarro: Hermana muerte. Madrid: Alfaguara, 119 pp.)






martes, 22 de septiembre de 2015

Azorín: 'La voluntad'

Una de las mejores novelas
líricas que conozco

(Azorín: La voluntad. Madrid:
Castalia, 1972, 304 pp.)

martes, 15 de septiembre de 2015

Roberto Arlt: 'Cuentos completos'

Desiguales, pero muy personales
(y perdón por el ripio)
(Roberto Arlt: Cuentos completos.
Barcelona: Seix Barral,
1997, 633 pp.)

martes, 8 de septiembre de 2015

Walter Scott: Ivanhoe (y Robin Hood)

Otro de los audiolibros que al compararlo con las versiones cinematográficas no ha dejado de darme alguna sorpresa, sobre todo por la figura de Robin Hood. Aunque el título de la novela se refiera al caballero Ivanhoe, la verdad es que el peso del argumento no descansa tanto sobre él, sobre todo a partir de su convalecencia tras resultar herido en el torneo. 

Así figuras como Isaac, Rebeca, Lady Rowena, el príncipe Juan y el propio Ricardo Corazón de León parecen ocupar un plano mucho más relevante que el propio Ivanhoe, que al final resulta una especie de comodín o de 'deus ex machina' para arreglar la muy trágica situación de Rebeca. Y por encima de todos ellos, Robin Hood, una figura del folklore inglés pero que en esta novela lleva a cabo las acciones más conocidas y típicas de las películas. Al final, acaba dando la impresión de que tiene mucho más relieve que el propio Ivanhoe y el resto de los  personajes y que es muy capaz de tener su propia novela y sus propias películas. 

Y también, como noté a propósito de Robison Crusoe, otra novela inglesa que no deja de recurrir a la Leyenda Negra española, aunque con unos tonos menos cargados que la de Daniel Defoe. En fin, para leerla con paciencia, aguantando además varios momentos de lentitud insoportable, y sin olvidar que no estamos ante una historia novelada, sino ante una novela histórica, con mucha más ficción de la que esta etiqueta pueda hacer pensar. 

martes, 1 de septiembre de 2015

Soledad Puértolas: 'El bandido doblemente armado'

Esta es la segunda novela que leo de Soledad Puértolas, después de La rosa de plata, que ya comenté en el blog. Quizá porque las dos se traten de relatos que no pretenden ser  especialmente ambiciosos, hasta ahora no puedo decir que mi opinión sobre su autora corresponda con el prestigio que le confieren otros críticos y algunos medios periodísticos y culturales, o el hecho de que sea miembro de la RAE.

     Si en La rosa de plata me parecía ver una narración original pero desigual, aquí me ocurre algo parecido, aunque los méritos y deméritos son un poco distintos. En El bandido doblemente armado he encontrado un  tono narrativo bien mantenido y uniforme, propio de los escritores que trabajan bien sus textos, que los leen y releen hasta eliminar todo tipo de disonancias y asperezas. En este sentido es una novela compacta y sólida. Lo mismo he de decir del final de la historia. Con el encuentro del narrador con “Dicky” y la recapitulación sobre las trayectorias y destinos de los miembros de la familia Lennox, todos los cabos que habían ido quedando sueltos a lo largo de la narración quedan cerrados de forma verosímil y convincente, con conclusiones más o menos felices  (como la vida misma), y redimiendo en parte la desesperanza y el nihilismo que había dominado en todas las historias particulares de los capítulos previos. 

       Mi prevención principal tiene que ver precisamente con esos capítulos previos. Si la novela se entiende como una novela de ambiente –y creo que esta es la línea que le ha querido dar la autora– el sentido de intriga queda relegado a los márgenes y el argumento se resuelve en una sucesión de escenas más o menos autónomas y que tienden a cargarse de intensidad emocional. Desde este punto de vista, El bandido... es una novela conseguida, por ir a lo esencial y eliminar detalles innecesarios, y por mostrar sobre todo, al modo de la nivolas de Unamuno, los conflictos más esenciales de sus personajes, que sí se dan suficientemente individualizados y con vida propia, muy lejos de estereotipos y acartonamientos. Y quizá este sea el mayor logro de la autora. 


A pesar de sus méritos, así de desorientado puede sentirse 
a menudo el lector de El bandido doblemente armado
          Sin embargo, al leer esos capítulos uno también tiene la impresión de que esa falta de intriga es a veces excesiva y que el lector va a preguntarse demasiadas veces a dónde está llevando la autora su historia, sus personajes y al propio lector. Como he dicho, todo eso queda resuelto en el capítulo final, pero en los anteriores ese extenso sentido de desorientación puede desanimar a más de uno. Si a esto unimos que el tono comedido de la voz narrativa reduce a menudo la intensa carga emocional que podrían haber adquirido varias de escenas, y que el lenguaje mismo, aunque trabajado y competente, no llega a las alturas líricas que suelen ser normales en las buenas novelas de ambiente, el resultado final no creo que sea el propio de una novela de primera línea.

      En pocas palabras, El bandido doblemente armado puede considerarse una novela breve digna pero no sobresaliente. Y, sinceramente, espero que tenga que  cambiar mi opinión acerca de Puértolas cuando lea alguna novela suya de vuelos o ambiciones más altas. (Soledad Puértolas: El bandido doblemente armado. Barcelona: Anagrama, 1989, 138 pp.).

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