![]() |
Lo que Atxaga omite al hablar de Judas, es decir, el tapar sus oídos a los remordimientos simbolizados en esos incómodos chavales |
En lo que
llevo leído de El hijo del acordeonista,
Atxaga parece dar una de cal y otra de arena a la Iglesia y al cristianismo. Me
imagino que será por esa especial relación histórica entre la Iglesia Católica y Euskadi. En las citas que elijo
ahora, selecciono una de cal y una de
arena.
Hablando de
la confesión: “Fue una oportunidad perdida. Si aquel día le hubiese contado la
verdad a don Hipólito (…), si me hubiera confesado con aquel hombre, tal vez mi
espíritu habría encontrado la manera de curarse. Don Hipólito –un hombre de
Loyola– sería una persona práctica, a la vez que prudente, y en seguida habría
encontrado el argumento capaz de calmar a un muchacho de quince años” (p. 100).
No tengo nada que añadir, sólo que ahora que estamos en crisis puede compensar
probar la charla gratis con un sacerdote antes de acabar pagando a un psicólogo
o un psiquiatra. Obviamente no es lo mismo, pero también es cierto que he
conocido gente que después de probar lo primero no han necesitado de lo segundo
nunca más, entre otras cosas porque hay preguntas que los segundos sólo pueden
responder de tejas para abajo.
La segunda,
al final del libro, aludiendo a Jesucristo y a Judas: “Los traidores somos
bestias inmundas. El que todo lo perdonaba no perdonó la traición de su
discípulo. Y el discípulo se ahorcó”. (p. 469). Esta afirmación evangélica de Atxaga me recuerda a las igualmente superficiales de Terry Eagleton en Culture and the Death of God. La cuestión no es que Jesús no perdonase a Judas sino que Judas no le
pidió perdón, como sí hizo Pedro, que sí recibió el perdón de quien todo lo
perdona. Al respecto, una de las mejores escenas de la película de Gibson al
respecto, es la de Judas siendo perseguido y atormentado por esos
niños-remordimientos que le arrinconan hasta llevarle al simbólico cadáver putrefacto
del burro. Todo lo contrario a las lágrimas de Pedro tras la mirada de su Rabí.