Una comedia ligera es también una novela ligera, sin peso suficiente. |
Éste es el cuarto libro de Eduardo Mendoza que
comento en el blog y sólo puedo decir que sigue sin convencerme. Me imagino que tendré que acabar leyendo las que
me han dicho que son sus dos mejores novelas (La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios), para al final tener una visión más
justa de toda su obra.
Como comentaba a propósito de Riña de gatos y de Tres historias de santos, me siguen pareciendo frustrados esos
relatos de Mendoza en los que se trata de combinar el tono realista con otro
más bien sainetero o de farsa, porque al final se queda a medio camino de los
dos, sin conseguir una simbiosis más o menos de calidad. Tampoco creo que sea
tarea fácil, porque es tratar de juntar en una misma novela el realismo de Pérez Galdós y el esperpento de
Valle Inclán, algo que me parece reservado a auténticos genios literarios. Ésta
es también la razón por la que me parece también que Sin noticias de Gurb es la novela de Mendoza más lograda o más
consistente de todas las comentadas en el blog, ya que de principio a fin se
mueve en un solo nivel, y, aunque de tono menor, también la única que sigo
recomendando.
No quiero tampoco quitarle lo que sí tiene. Por ejemplo,
se sigue agradeciendo la facilidad y riqueza del vocabulario, la fluidez de la
lectura, la rica galería de personajes, la habilidad para lograr el calor local
de la ciudad de Barcelona en sus diferentes niveles o ambientes sociales. En
este caso también pueden gustar el "contrapunteo" que hace Mendoza entre su
historia, los diálogos de la obra de teatro que estaría escribiendo el
protagonista principal y las noticias sobre el juicio de Nuremberg o el haber
sabido enmarcar toda la historia en un espacio temporal –las vacaciones de
verano– que por simbolismo o por otras implicaciones ayudan un poco a que la
historia tenga un poco más de consistencia. Y quizá también el juego metaliterario
del teatro dentro del teatro. Aunque no llega a
los logros de Un drama nuevo,
la obra de Manuel Tamayo y Baus, el título de la novela es también apropiado
tanto para la comedia que está escribiendo Carlos Prullàs, el protagonista,
como para la que le está tocando vivir. La simbiosis, en este caso, resulta
convincente.
Pero me parece que la novela falla como
narración. La acción tarda bastante en arrancar, pues realmente no empieza a
pasar nada hasta la página 172 (de las 383 que tiene el libro), en la que llega
la noticia del asesinato de uno de los personajes. Esas ciento setenta páginas
pueden entenderse obviamente como la preparación para todo lo demás, o como un
alejamiento de los modelos típicos de la novela policíaca, pero al final acaban
lastrando el resto del argumento, sobre
todo porque no dejan claro adónde se dirige el autor y acaban siendo
unas páginas que el lector leer como arrastrado, sin ninguna ruptura argumental
seria que haya despertado el natural deseo de la ulterior catarsis.
De la misma forma, la intriga en torno al autor del asesinato se acaba resolviendo de forma un poco decepcionante. Después de haber creado una buena serie de personajes y situaciones sospechosos, y de habernos hecho seguir las dobles pesquisas del “jerarca” y del propio Prullàs, acabar solucionando el problema a través de un “deus ex machina”, y acabar endilgando a uno de los ayudantes la culpabilidad del delito secundario, resultan bastante decepcionantes. Igualmente, la decisión final de Lilí, parece bastante inconsecuente con todo lo que se nos ha contado de ella durante la novela. Mejor cerradas están la vida profesional de Prullàs y su relación con Marichuli, pero siguen quedando sueltos otros cabos como Martita, que parece más un adorno que otra cosa, y otros de los personajes que Prullàs ha dejado en Barcelona.
De la misma forma, la intriga en torno al autor del asesinato se acaba resolviendo de forma un poco decepcionante. Después de haber creado una buena serie de personajes y situaciones sospechosos, y de habernos hecho seguir las dobles pesquisas del “jerarca” y del propio Prullàs, acabar solucionando el problema a través de un “deus ex machina”, y acabar endilgando a uno de los ayudantes la culpabilidad del delito secundario, resultan bastante decepcionantes. Igualmente, la decisión final de Lilí, parece bastante inconsecuente con todo lo que se nos ha contado de ella durante la novela. Mejor cerradas están la vida profesional de Prullàs y su relación con Marichuli, pero siguen quedando sueltos otros cabos como Martita, que parece más un adorno que otra cosa, y otros de los personajes que Prullàs ha dejado en Barcelona.
En fin, Una
comedia ligera es también una novela ligera, sin peso suficiente, y que
creo que sólo puede interesar a los incondicionales de Mendoza. Yo seguiré
esperando.