Una novela policiaca cuyo tono de farsa le impide ser una novela seria |
Así Petra
quedaba libre de sus dos maridos para dedicarse –muy mujer independiente y todo
ese rollo– a cazar y encamarse con los varones que se cruzaran en sus casos,
que en esta ocasión aparecen como figuras de usar y tirar para esa
caracterización de la ninfómana inspectora. ¿Por qué será que las inspectoras o las jueces-detectives de la novela española les da por ser ninfómanas? ¿Algún complejo en sus creadores/as? ¿Falta de originalidad? (Otro ejemplo en Un asesinato piadoso, de Guelbenzu). ¿La mejor muestra de que esa 'liberación' sexual es tan disfuncional como el resto del mundo recogido en el género negro, lleno de alcohólicos, deprimidos, etc., etc.?
Al respecto, la anticipada cita final con el doctor Castillo –un verdadero comparsa durante la novela– no deja de ser bastante ridículo. Y lo mismo decir del pobre Fermín, aquí liado con dos de las mujeres que se han cruzado en el caso y que al final acaban también descartadas como material desechable. Si a esto añadimos alguna seria inverosimilitud más, como la de la autoría del asalto a la casa de la inspectora, la verdad es que al final la novela queda solo como una historia entretenida pero nada más.
Al respecto, la anticipada cita final con el doctor Castillo –un verdadero comparsa durante la novela– no deja de ser bastante ridículo. Y lo mismo decir del pobre Fermín, aquí liado con dos de las mujeres que se han cruzado en el caso y que al final acaban también descartadas como material desechable. Si a esto añadimos alguna seria inverosimilitud más, como la de la autoría del asalto a la casa de la inspectora, la verdad es que al final la novela queda solo como una historia entretenida pero nada más.
Más que una
novela negra y a pesar de la atemorizadora portada, Día de perros es más bien una mezcla de vaudeville y novela policiaca ligera, con frecuentes dosis de un erotismo
simplón y que afortunadamente no es muy explícito, pues esto habría sido como
la puntilla de la historia. Hay que reconocer que hay momentos divertidos y que
la autora sabe enredar y desenredar bien su madeja, y que hay también cierto
esmero en cuidado en el uso del lenguaje. Pero también hay que notar que muchas
de las consideraciones y los momentos son más propias de una novela de género –en
el mal sentido de la palabra– que de una novela seria, y que muchas de las
consideraciones sobre el amor y las relaciones sentimentales encajan más bien
en el género rosa que en el negro, a no ser que la autora esté
pensando en llegar principalmente a un lectorado femenino y de “consumo” y hacer de su novela otra novela perecedera más.
Y es que al final esa mezcla de vaudeville y novela de detectives no creo que acabe resultando; de tanto frecuentar la risa, la novela acaba dejando de ser una novela seria, en el buen sentido de la palabra. A ver si tengo más suerte con la siguiente. (Alicia Giménez Bartlett: Día de perros. Barcelona. Grijalbo-Mondadori, 1997, 284 pgs.).