lunes, 30 de mayo de 2011

La buena letra (Rafael Chirbes)

La lectura de La buena letra ha venido a compensar la decepción que, en diferente grado, me produjeron Demasiadas preguntas e Inés y la alegría. La buena letra es de esos libros que dejan al lector con una actitud final de admiración y con la sana envidia de ser capaz de escribir algo parecido.  
          El argumento y la perspectiva narrativa son bastante sencillos. Ana, la protagonista, cuenta a su hijo en primera persona la historia de su familia inmediata, de sus buenas y –principalmente- malas fortunas en la España de la posguerra. Son varios los recurso que hacen de esa confesión que hacen de ella una lectura fácil y emotiva. Así el tono del monólogo de Ana es familiar y cercano, gracias a una escritura que recurre a la oralidad sin abusar de ella  y que tampoco se pierde en exquisiteces estilísticas. Los capítulos son breves, a veces de una sola  página, pero están llenos de hondas emociones que se presentan al mismo tiempo escalonadas pero sin desmesuras. Por ello el argumento se va desenvolviendo poco a poco, revelando gradualmente y en el momento preciso aquellos elementos y situaciones que hacen que vaya creciendo el sentido de intriga. Así se llega de forma natural hasta el lógico pero también inesperado y doloroso clímax final, donde ese hijo que solo era oyente en los primeros capítulos aparece como protagonista y viene a culminar el itinerario vital de Ana (no puedo ser más específico, pues la novela merece esta discreción).
          A algunas  narraciones semejantes a esta, ambientadas en la Guerra Civil o en la posguerra, les he achacado en este blog cierto maniqueísmo ideológico. Aquí también asoma esto, pero realmente nunca llega a ocultar que el verdadero contenido del relato, que es el mucho más el humano que el político o el ideológico. Y aquí sí, Chirbes presenta unos personajes  y una historia familiar y un ambiente de posguerra que podrían ser reconocible como propios por muchos de sus lectores. Por todo esto, por su exacta brevedad, por la sencillez aparente pero muy trabajada del lenguaje y por ese tono emocional pero contenido, que no llega a extremos  melodramáticos, me ha parecido una novela que puede y debe servir de referencia a muchas otras que van por ahí haciendo mucho ruido y ganando demasiados premios.  
            La nota aclaratoria que Chirbes incluye al comienzo del libro merece también un breve comentario. En ella explica que en esta versión de la novela ha decidido eliminar la adición de un capítulo final o colofón que había añadido en ediciones anteriores. No conozco esas versiones, pero me imagino que se refiere a una posible reconciliación entre Ana y su cuñada Isabel. Si ese es el caso, también pienso que la ausencia de ese capítulo es un acierto.  Sería un episodio que no encajaría bien en una historia que deja espacio para los momentos soleados y los asomos de felicidad y esperanza pero que pretende sobre todo centrarse en los tonos tristes y las desgracias familiares, la hipocresía y el egoísmo de quien se esconde tras una buena letra. Por ello ese final alternativo vendría a alterar todo ese tono tan bien conseguido y tan unitario de la novela. Ana habría quedado completamente desfigurada y su experiencia vital, tal como aquí se presenta, es todo un ejemplo de logro literario. (Rafael Chirbes: La buena letra. Barcelona: Anagrama, 2002, 156 pp.).


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