lunes, 30 de marzo de 2015

Javier Marías: Los dominios del lobo

Quizá más cine
que literatura
En la entrada anterior valoraba con cierto escepticismo los posibles méritos de Los motivos del lobo, la primeriza novela de Javier Marías. Su lectura no ha hecho cambiar mis intuiciones. Tampoco le quiero quitar los méritos que me parece que tiene, y que pudieron hacer de ella una novela relativamente original en su día. Y aquí me refiero sobre todo a su deuda con el cine. Al leerla uno realmente tiene la impresión de estar viendo una película en blanco y negro del cine típico americano, con distintos argumentos que repiten la imagen que de ello hemos recibido a través de la gran pantalla, y que casi siempre nos llevan a la época de la Gran Depresión, a través de historias de gangsters, triángulos amorosos, y miserias y desavenencias familiares. El ambiente general es el de un mundo de personajes movidos por intereses personales, con muy pocos escrúpulos y que hacen que esos espacios sean verdaderamente 'los dominios del lobo', el homo homini lupus de Hobbes. 

      Como digo, al leer la novela se tiene la impresión de estar leyendo un guión de cine. Eso se puede considerar un mérito, aunque no tanto una novedad, pues ya antes, por ejemplo, Julio Cortázar había mostrado magistralmente  en su cuento "La autopista del sur" que el narrador puede funcionar como un director de cine. Pero al considerarlo como novela las tornas cambian bastante. Los personajes resultan estereotipos, sus diálogos intercambios de frases hechas (con algunas excepciones), las descripciones y presentaciones de personajes recuerdan demasiado a las acotaciones teatrales escritas con un estilo neutro y periodístico, muy lejos de las inolvidables acotaciones dramáticas de Valle-Inclán. Los argumentos y tramas no dejan de tener su originalidad y variedad, y hay que reconocer que este puede ser un mérito más del libro. Sin embargo, se siguen pareciendo demasiado a las vueltas y revueltas de las películas de espías, gangsters, triángulos amorosos y demás. Y la verdad es que al final uno se queda con la duda de si el joven Marías no quiso o no pudo salir de la sala de cine.

     Para el lector interesado resulta casi imprescindible leer el epílogo que Marías escribió en 1999, sobre todo cuando recrimina a escritores y críticos que organizan o valoran las novelas de acuerdo a lo que él llama "virtudes de costurera y decorador", es decir al tipo de novelas bien estructuradas, cuidadas y medidas en su estilo y su organización. Para él la novela ideal sería la que prefiere lo episódico, lo disperso, lo anárquico o digresivo (El Quijote, En busca del tiempo perdido, etc.). Aparte de que Marías parece estar simplificando (no son pocos los críticos y lectores que están de acuerdo en la calidad de estas novelas, además de él mismo), también son muchas las novelas en la que la pericia del escritor se muestra precisamente en la combinación de las habilidades estilísticas con las organizativas. Sin la habilidad organizativa no tendríamos por ejemplo una novela como El conde de Montecristo, ni tampoco Corazón tan blanco, del propio Marías. (Javier Marías: Los dominios del lobo. Madrid: Punto de lectura: 2001, 382 pp.)



viernes, 20 de marzo de 2015

Javier Marías no es Rubén Darío ('Los dominios del lobo')

Javier Marías a los
veintitrés años
Estoy leyendo ahora Los dominios del lobo, la primera novela de Javier Marías, publicada en 1971, cuando el autor tenía diecinueve o veinte años. He manejado la edición de Punto de lectura (2001), que viene acompañada de un prólogo de 1987 y un epílogo de 1999 en los que Marías nos cuenta algo del contexto en que se gestó la novela y el sentido que la quiso dar, así como algunos interesantes pensamientos sobre este género. 

Pero a lo que voy aquí es que me ha resultado imposible no evocar el caso de Rubén Darío, que también a sus diecinueve años escribió Azul..., el libro que iba a señalar el comienzo oficial del Modernismo y a cambiar la forma de hacer literatura en español. Aunque Azul... es un libro que quedó opacado por otros dos grandes libros de Rubén Darío  (Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza), sigue siendo una referencia inevitable para entender la literatura hispánica moderna y contiene algunos cuentos que se encuentran entre los mejores de todos los tiempos. 

     Todavía no puedo comentar Los dominios del lobo  y no es fácil saber qué pasará con la Historia literaria, pero me parece que a pesar de los méritos que le señalan en la contraportada Juan Benet, José Luis Garci y Carlos Barral, ninguno de ellos se puede medir en intensidad y trascendencia al elogio que Juan Valera adivinó para el librito de Darío. Y aunque la novela de Marías fuera en su día diferente a la más llevada en España, no parece que vaya a tener un significado análogo a Azul... Hasta ahora, por lo menos, no se ha hablado tanto de ella como se habló del libro de Rubén Darío, y su recuperación parece más una estrategia editorial que un requisito de justicia histórica. Por eso, por ahora, tengo que seguir prefiriendo las genialidades de Darío a las intuiciones de Marías. 
Rubén Darío
a los diecinueve años

       Por otro lado, los elogios de Benet, Garci y Barral parecen de los hechos por encargo. Por el contrario, la reseña de Valera fue mucho más centrada y objetiva, donde los elogios eran verdaderos elogios y los reparos, reparos igualmente sinceros. Cito los elogios al libro de Marías, para que sirvan de contraste entre lo que la Historia haga con Los dominios del lobo y lo que la Historia ya ha hecho con Azul... En la reseña del libro comentaré de un modo u otro hasta qué punto estoy de acuerdo o no con esas citas:


"Una excelente y cruel parodia" (Juan Benet)

"Escrita con la precisión de Truman Capote, una novela insólita, apasionante, entusiasta" (José Luis Garci)
"La espontánea manifestación de una literatura nueva" (Carlos Barral).

Las dos cartas de Valera sobre Azul... pueden leerse aquí


martes, 10 de marzo de 2015

Antonio Muñoz Molina y Mario Vargas Llosa

Es la primera vez en la historia de este blog que he leído y reseñado dos ensayos de forma seguida. En las entradas respectivas he marcado lo que me convence y lo que no me convence de cada uno de ellos; ahora me interesa compararlos, por aquello que decía alguien de que el contraste es uno de los mejores recursos para entendernos y entender a los demás. 

Vargas Llosa expone la frivolidad en que la sociedad moderna está convirtiendo el hecho cultural y no acusa de ello a la maldad del dinero, quizá por su ideología liberal-conservadora.

Muñoz Molina explica cómo la sumisión al dinero y la falta de convicciones éticas está en el fundamento de esta cultura de oropel y apariencias, y del descalabro socioecómico de la España actual.

Vargas Llosa insiste en la falta de altura estética de muchas producciones
culturales contemporáneas, especialmente en la televisión o el cine.

Muñoz Molina ejemplifica como esa falta de exigencia estética es a la vez causa y resultado de la decadencia ética social.

Vargas Llosa es más pesimista y apocalíptico que Muñoz Molina, y le cuesta mucho ver la posibilidad de una recuperación de la alta cultura. Quizá se explique porque su esteticismo resulta demasiado libresco para alcanzar a la vida real.

La propuesta regeneradora de Muñoz Molina me parece viable y discreta, muy en la línea de lo que J. Habermas comenta en sus tratados sobre la ética del discurso y sobre las sociedades post-seculares. No sé si Muñoz Molina ha leído a Habermas, pero si no lo ha hecho le vendría bien para seguir desarrollando estas ideas y conseguir que más gente se suba al carro.

Y en cuanto al estilo, la verdad es que Todo lo que era sólido me ha parecido más cuidado y (valga el chiste malo) más sólido  que La civilización del espectáculo. Seguramente se debe a que el libro de Vargas Llosa recoge materiales heterogéneos, como columnas periodísticas, discursos y ensayos. Por el contrario el de Muñoz Molina es un bloque único y homogéneo, conformado como unidad y también con un estilo muy cuidado. 

¿Con cuál de los dos me quedo? Sencillamente creo que son complementarios. Con los consejos de Vargas Llosa podría salvarse la cultura más profunda, recuperar la diginidad del espíritu y salir de la vulgar frivolidad que nos está estragando los sentidos y el intelecto. Y con los de Muñoz Molina podríamos volvernos más dialogantes y responsables y superar ese c(a)inismo español que tanto nos paraliza.  Quizá las heridas sean ya muy hondas, pero quizá no todo esté perdido. Si se les hiciera caso desde la política y desde la prensa... 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...