sábado, 25 de septiembre de 2010

Amado monstruo (Javier Tomeo)


La primera novela que leo de Javier Tomeo, y seguramente no será la última. Me han dejado sorprendido la originalidad   de la anécdota y la de la forma narrativa. No se ve todos los días una novela organizada en torno a una entrevista de trabajo, en la que intervienen sólo dos personajes, y hacerlo de manera tan compacta y entretenida, con unas conversaciones  que poco a poco van llevando al lector a un mundo a la vez extraño y posible.
    Desde el encuentro inicial  entre el narrador (el entrevistado) y Krugger (el entrevistador) el lector se ve envuelto en un crescendo de intriga, deseando no sólo conocer cuanto antes el final de la historia sino también identificar en qué tipo de mundo se mueven los dos personajes y el lector mismo. Por su lado, el desenlace, o mejor, los desenlaces, no sólo no defraudan sino que superan todo lo esperable. El tono ácido y el humor negro son obvios y constantes pero no llegan a la amargura ni eliminan lo lúdico de la novela. 
      Ésta también se lee fácil porque el lenguaje y el estilo son bastante accesibles y sobrios, sin adornos ni palabrerías innecesarias. Pero esto no quiere decir que no estén trabajados o no sean personales; en muchos sentidos son incluso modélicos. El autor también sale bastante airoso al evitar que ese formato de entrevista se convierta en un diálogo insoportable entre los dos personajes. Los incisos que intercala en esa conversación para hacerla inteligible son tan necesarios como discretos, e impiden que el lector pierda tiempo y esfuerzo identificando a cada interlocutor.
     Por todo esto no es extraño que Amado monstruo  fuera finalista del Premio Herralde de novela en 1984. No le doy las cuatro estrellas porque su extensión (ciento diez páginas) le impide llegar a ser una 'gran novela' o una cosmovisión total del mundo, pero en cuanto novela corta es ciertamente una referencia obligatoria. Su lectura no lleva más de dos o tres horas y aporta al lector un conjunto de ideas, situaciones y tonos verdaderamente únicos y originales. Como dice una de las reseñas de la contraportada, se trata de 'un caramelo de pimienta' (Javier Tomeo: Amado monstruo: Barcelona: Anagrama, 1985, 110 pp.).

lunes, 20 de septiembre de 2010

El expediente del náufrago (Luis Mateo Díez)

En una entrada anterior de este blog reproducía unas palabras de Luis Mateo Díez en las que hablaba de que sus novelas estaba escritas en 'un tiempo sin tiempo (porque) los espacios urbanos vienen del pasado y están en la eternidad". En la misma entrevista el autor aseguraba que se consideraba sobre todo un escritor de ambientes y atmósferas más que de anécdotas o historietas. Y esta novela da buena muestra de todo ello.

En primer lugar la atmósfera agobiante y densa se consigue muy bien a través de esa sucesión de espacios cerrados u oscuros donde transcurren las acciones, los encuentros y los diálogos de los protagonistas, especialmente ese archivo municipal y esos cines y bares donde se dan cita unos personajes que parecen salidos más de una novela de Kafka que de la vida real. También la ciudad donde ocurre toda la 'aventura' nunca llega a tener contornos reales precisos, aunque no sea difícil sacarle parecidos con algún lugar del norte de España. Igualmente interesante es el hilo conductor de la anécdota (el descubrimiento de la identidad e historia de un poeta olvidado, algo que recuerda a 'Las esquinas del viento', de J. M. de Prada), y todos los componentes metaliterarios derivados de esa búsqueda.

Al final, la anécdota y los personajes tienen consistencia en sí mismos, es decir, en ese mundo quimérico y nebuloso o fantasmal que Mateo Díez ha creado para ellos. Pero no la tienen, a mi juicio, si queremos hacer de ellos personajes 'realistas', de carne y hueso. Por lo mismo, a veces me ha parecido que el progreso de la anécdota es demasiado lento y que se difumina excesivamente el sentido de la intriga. 


Por ello, esta novela hay que leerla bajo unos parámetros especiales, sin buscar verosimilitud,  lógica o puro entretenimiento. Si no, no va a ser fácil su lectura. Son numerosos los momentos en que la historia roza o entra de lleno en lo grotesco o lo esperpéntico, con situaciones límite o imposibles en el mundo histórico, y con unos personajes cuyos nombres y apellidos parecen haber sido sacados de un diccionario onomástico perdido en el tiempo o almacenado en los archivos del buen gusto. Son esos nombres los que contribuyen también a que la historia permanezca en esos ámbitos del delirio de los que habla el autor en una de las
 presentaciones del libro

El lenguaje es el lenguaje tan cuidado a que nos tiene acostumbrados Mateo Díez, procurando huir siempre y con éxito de la frase tópica, aunque algunas veces -pocas- caiga en lo innecesario y en el alargamiento de frases, conceptos y sensaciones. Quizá porque ésta es la única manera de dar a la atmósfera ese protagonismo que él busca en sus libros. Creo que hoy día hay pocos escritores que sean tan conscientes del trabajo que necesitan palabras y frases para ser verdaderamente personales y únicas. Al mismo tiempo no cae en rebuscamientos léxicos o sintácticos barroquizantes y, desde este punto de vista, la novela es también de una lectura enriquecedora.


En resumen, una buena novela bajo todos esos parámetros, pero que quizá no guste a los lectores  más dados al realismo verosímil que Mateo Díez supo recrear tan bien en "Brasas de agosto", a quienes crean que el narrador podría haber ahorrado muchas escenas, personajes y vericuetos para llegar al desenlace, o a quienes, como yo, no comulguen del todo con el pesimismo de la lapidaria frase final
, frase que, por otra parte, resume muy bien el tono global de la novela ("El mundo es una isla triste"). (Luis Mateo Díez: El expediente del náufrago. Madrid: Alfaguara, 1992, 331 pp.).



jueves, 16 de septiembre de 2010

Generation Text (Michael Osit)

Sigo leyendo El expediente del náufrago entre clase y clase. También he terminado de escuchar en el coche -conducir en Texas da para mucho- el audiolibro Generation Text, de Michael Osit. Por lo que sé, no está traducido al castellano, pero debería estarlo, pues me ha parecido muy útil tanto para para padres -a los que va dirigido- como a profesores, sobre todo si tienen que tratar con hijos o alumnos adolescentes.
      El libro tiene quizá un lenguaje demasiado políticamente correcto, y algunas lagunas antropológicas, y también bastantes ideas que son de simple sentido común, pero en general puede resumirse como una recopilación de acertados consejos sobre cómo educar a esos chicos y chicas que él llama 'Generation text' y que son una mezcla de 'generación sms' y 'generación ni-ni' (o sea, esos chavales/as nacidos en la era digital, acostumbrados a la satisfacción inmediata de sus deseos/caprichos y rodeados de artilugios que comunican pero también distraen y aislan: móviles, consolas, portátiles, mp3, etc.).
       Algunas ideas principales: 1) hay que saber aprovechar las ventajas de la tecnología, pero también hay que ponerle límites, 2) fortalecer el sentido de familia y vida familiar, 3) mantener siempre abiertos los canales de comunicación con los hijos/alumnos,  4) notar que la tecnología no es buena o mala en sí misma, sino que depende de la persona que la emplea; esta persona debe ser lo suficientemenete fuerte e inteligente como para poder decir que no cuando llegue la ocasión, 5) saber hacer de la tecnología un tema de conversación o un canal de comunicación con los hijos/alumnos (esto implica estar más o menos al día en lo que se refiere a videojuegos de moda, redes sociales, etc.), 6) aprender de los hijos/alumnos y si hiciera falta pedirles ayuda para estar a su nivel, 7) enseñar con el ejemplo (los hijos no sabrán controlar su tiempo en el móvil si sus padres no saben controlar su tiempo ante la televisión, etc.).
       El libro además viene con un listado de páginas de internet y programas informáticos que son de gran ayuda para toda esta tarea. Merece la pena. Parte de él se puede leer (en inglés) a través de Google Books. (Michael Osit: Generation Text: Nueva York: Amacon, 2008).

lunes, 13 de septiembre de 2010

Madera de boj (Camilo José Cela)

Quizá por mi debilidad por la literatura fantástica y la metaficción, las dos cosas que me han gustado de esta novela han sido su recuperación del folklore gallego y esas apariciones del propio autor en medio de unas evocaciones un tanto repetitivas y a la vez desordenadas sobre la Galicia profunda y la Costa de la Muerte, que parece ser el protagonista o referente que da unidad a todo el libro.

Lo primero me ha recordado al mundo de Jardín umbrio, de Valle Inclán, con su simbiosis de lo humano, lo divino, lo cristiano y lo pagano en esos parajes en los que las sirenas conviven con los lobisones, las meigas o las serpientes marinas.  En cuanto a lo segundo, tanto Cela como su familia  y su recepción del Nobel son algunos de los referentes reales en ese mundo de sueños y leyendas, pero afortunadmente lo hacen sin llegar a tener una presencia excesiva ni a hacer de ésta una novela pesadamente metaliteraria.

Sin embargo, creo que el resto de la novela no aporta nada nuevo ni al mundo de Cela ni a la novelística actual. La narración (por llamarla de alguna manera) está construida sobre todo por monólogos interiores que vuelven una y otra vez sobre los mismos temas,  motivos y personajes, sin que realmente haya información nueva o progreso de la historia después del primero de los cuatro capitulos. Al final resulta una lectura monótona y cansina de casi trescientas páginas escuchando prácticamente lo mismo de comienzo a final. Lectura que uno está tentado a abandonar más de una vez, a no ser le interese particularmente alguno de esos motivos o que intente descifrar el ritmo u orden de la novela, algo que yo no he conseguido (si es que no se trata de la repetición misma de algunos leitmotivs: los naufragios, la madera de boj, esos diálogos mínimos que interrumpen los monólogos, etc.).


Pero el resto es prácticamente la historia que uno lee siempre en los libros de Cela: unos personajes casi siempre grotescos y anormales, un mundo más bien cruel y sin resquicios para el optimismo, una sexualidad confundida con los genitales, la frecuencia de lo escatológico... Como siempre también su vocabulario es fluido y rico -lo que obviamente es bueno- pero aquí se da mezclado con el gallego de forma a mi parecer ilógica o desproporcionada (lo más normal en un caso como éste aquí habría sido redactar esos monólogos  todo en gallego, o todo en castellano, o crear un narrador en castellano y luego dejar a los personajes en su idioma, etc. En cualquier caso es un biligüismo que no convence por no parecer verosímil.


En fin, una novela para amantes de lo fantástico, lo folkórico o el experimentalismo,  pero que tendrán que sufrir una lectura laboriosa, luchar por identificar la procedencia de la voz narrativa y también echar mano del glosario castellano-gallego  que se incluye al final del libro (Camilo José Cela:
Madera de boj. Madrid: Espasa: Calpe, 1999, 288 pp.).



jueves, 9 de septiembre de 2010

Alfonso Reyes entre nosotros (Arturo Dávila)

De los cuatro capítulos de que consta el libro -todos excelentes- me quedo con el último, titulado "Homero en Cuernavaca y la tradición: la ruta vertical de la poesía" En él se "hace un minucioso análisis de los treinta sonetos que compoen la colección alfonsina. Muestra cómo Reyes, quien poseía uno de los oídos más finos del siglo XX en lengua española, registró atento tanto el sonido de la corte como el refrán de la calle". El diseño y la edición del volumen, cuidados y excelentes (Arturo Dávila: Alfonso Reyes entre nosotros. Monterrey, UANL, 2010, 240 pp.).

martes, 7 de septiembre de 2010

La saga de los Marx (Juan Goytisolo)

Ésta es la segunda novela que leo de Juan Goytisolo. La primera, de la que no recuerdo el título, la leí durante la carrera y tampoco acabó de convencerme. Creo que estábamos estudiando la narrativa experimental de los 60-70 en  España y Goytisolo era una de  las referencias principales. Pero varios compañeros de clase nos hacíamos una pregunta que nadie podía responder, ni tampoco los profesores. Todos coincidíamos en que después de las Vanguardias la experimentación ya había tocado fondo (habían llegado a la destrucción de la palabra), y en general todo lo que se hiciera después no serían más que ganas de marear la perdiz.

Algo así pienso de esta novela, en la que el autor usa los recursos habituales de su narrativa (tipografía y puntuación atípicas, continuo cruce de discursos, tiempos y voces narrativas, intertextualidades extraliterarias, etc...), para contarnos una anécdota en la que Carlos Marx aparece resucitado en un mundo actual, en el que contempla el fracaso de su visión 'científica' de la historia y la inutilidad de sus soluciones para las injusticias sociales. No se pueden negar algunos méritos y aciertos obvios de la narración, como ese lenguaje perfectamente fluido y completamente dócil a la pluma del autor, o esas escenas entre divertidas y cáusticas con las que se inicia la narración o en la que ésta llega a uno de sus momentos más hilarantes (la aparición en 'La Clave' de Marx y toda la galería de personajes históricos, ficticios y metaliterarios que han ido apareciendo en la novela).


Pero, en general, no acabo de ver muy bien la necesidad de mantener este tipo de escritura a estas alturas, en que más que a técnica vanguardista suena a rancias aventuras estilísticas. Como también ese tono que creo adivinar de añoranza o nostalgia por el marxismo, que técnicamente está bien conseguido a través de las emotivas evocaciones de la vida familiar de los Marx, pero que ideológicamente no me convence en absoluto. Para defender que el marxismo fue un sistema promotor de la solidaridad y la justicia (¿Gulags? ¿Tiananmen? ¿Cuba?, ¿Corea del Norte?) me parece que hay que tener unas tragaderas más bien insaciables. La puesta en práctica del marxismo fue un sueño (bueno, una pesadilla), porque  era completamente imposible y alienante. Otra cosa es que el neoliberalismo salvaje lo que nos ha venido después sea la solución ideal, algo en lo que Goytisolo, Marx y el humilde autor de este blog parecerían estar de acuerdo. El tono de cínica autosuficiencia con el que el autor viste a su voz narrativa y las estereotipadas críticas a la jet y la alta burguesía tampoco han sido algo que me hayan llegado al alma.


En fin, una novela para los que gusten de textos experimentales y para los nostálgicos del marxismo; una novela que tiene algunos momentos logrados y originales pero que en su conjunto no creo que aporte nada significativo ni a la obra de Goytisolo ni a la novela contemporánea. (Juan Goytisolo: La saga de los Marx. Barcelona: Mondadori, 1993).




lunes, 6 de septiembre de 2010

El animal piadoso (Luis Mateo Díez)

Sigo leyendo La saga de los Marx, de Juan Goytisolo, que me está decepcionando un poco. En la lista de espera tengo El expediente del náufrago de Luis Mateo Díez, que en una entrevista publicada en Leer (octubre 2009) daba la siguiente respuesta a una pregunta sobre el tiempo narrativo de El animal piadoso, su última novela: "Está escrita -como todas las mías- en un tiempo sin tiempo. Los espacios urbanos vienen del pasado y están en la eternidad. Es un intento de decir que no necesito, para describir una novela actual sonre los sentimientos del hombre, incurrir en datos temporales. Esta novela puede  transcurrir en cualquier momento porque transcurre en un espacio literario". Es otra de mis próximas lecturas; por ahora sirva la reseña que le dedicó El Cultural. (Luis Mateo Díez: El animal piadoso. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2009, 349 pp.).
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