miércoles, 27 de febrero de 2013

Vacunas contra Dan Brown y su nueva novela ('Inferno')

Bueno, parece que el señor Dan Brown y todo su aparato editorial están a punto de lanzar su nueva novela, titulada Inferno, que da toda la impresión de ser una novela con otra 'teoría de la conspiración' como argumento. Investigando un poco en la red he dado con el programa informático empleado por el autor de El código Da Vinci para idear sus historias. El programa puede verse y probarse en este blog. Yo he creado mi propia historia insertando los campos: Mariano (Rajoy), Rubalcaba (Alfredo), y Moncloa; el argumento resultante no está del todo mal:   

"Joe Hayek, un asiduo jugador de sudokus gnósticos, es asesinado en el hall de su museo favorito en Moncloa y Mariano Rubalcaba, arqueólogo, acude a la policía de Moscú para ayudar como experto. Mariano forma equipo con Sirius McDormand, un gran pastelero, con el fin de resolver el asesinato y desenredar el misterioso secreto de Camelot, mediante una desesperada persecución ambientada en el Rastro, tropezando con todo, y un imprevisible arreglo de cuentas contra los miembros de El Priorato de Sión, en medio de una gran tensión acumulada, puesto que el verdadero sentido del espacio-tiempo en sí mismo está en juego".


Y esto, por no hablar del pobre Dante, que estará sufriendo más que los habitantes de su infierno al ver que  su Divina Comedia va a ser tratada por un novelista que ya ha dado sobradas pruebas de su ignorancia histórica y artística.




miércoles, 20 de febrero de 2013

Luis Landero se pone a años luz de sí mismo ('Entre líneas: el cuento o la vida')

La verdad es que después de haber leído y disfrutado Juegos de la edad tardía, encontrar algo tan diferente y tan inferior no ha dejado de sorprenderme. Usando una de las comparaciones del mismo Landero en este libro (pp. 125-126), tengo la impresión de haber salido a buscar un imperio para al final acabar encontrando unas borriquillas.

      Aunque Entre líneas  aparezca a veces presentada como novela creo que es más propio entenderla como una autobiografía narrada en clave (Manuel es claramente un trasunto de Landero), que incluye también algo de ficción y sobre todo  una buena dosis de meditaciones personales del autor que acaban acercando esta narración al género del ensayo. Los diecisiete capítulos se organizan de forma alternada, con los impares escritos en tercera persona y narrando la vida de Manuel como profesor y poniendo en voz alta sus reflexiones, y los pares que son en general recuerdos en forma autobiográfica de ese Manuel. Esta alternancia al principio se siente un poco deslavazada, aunque según progresa la novela ambas líneas se van entrelazando bien y acaban simbióticamente unidas en el capítulo último mediante el empleo de ciertos leitmotivs que han ido apareciendo en ambos grupos de capítulos.

     Los capítulos impares tratan de recrear casi siempre el tono y el estilo de Azorín, sobre todo el de Confesiones de un pequeño filósofo. Por ello, las frases suelen ser de sintaxis sencilla y lineal, y temáticamente orientadas hacia una llamada de atención sobre las cosas pequeñas o más cotidianas. Esto tiene sus riesgos, que Landero aquí no parece siempre superar. Y es que intentar redimir lo ordinario tiene el peligro de caer en la trivialidad, y de hecho el principio de la novela da esa impresión, que se está asistiendo a confesiones sobre asuntos huecos que no parecen llevar a ninguna parte ni adquirir ninguna trascendencia. Aunque ese tono azoriniano no se mantiene igualmente uniforme en todo el libro –y realmente no sé si este es un objetivo del autor– quizá lo peor sea  que la profundidad de esas reflexiones es bastante desigual. Y así junto a algunas interesantes y originales, nos encontramos otras muy manidas y excesivamente obvias. Algunas propuestas sobre la literatura o la intertextualidad no van más allá de lo que se puede encontrar fácilmente en cualquier manual de historia o crítica literaria y por ello el disfrute del libro va a depender bastante de la familiaridad del lector con esas ideas. Algunos de los temas que toca son la cultura, la enseñanza de la literatura, la intertextualidad, la relación entre literatura y vida, la calidad de los escritores…, variedad que en su conjunto no creo que llegue a convencer como algo bien trabado o expuesto de forma innovadora. Lo cual no quiere decir que no sean acertadas, especialmente sus críticas a la masificación y vulgarización cultural o sus reflexiones sobre la enseñanza de la literatura.

     Si algo salva a este libro creo que es la resolución de la imbricación de esos dos discursos, su estilo fluido y algunas de las anécdotas aisladas con que se interpolan o intercalan esas reflexiones (un ejemplo puede ser la historia de Esteban). Pero de todas maneras al final, al compararlo inevitablemente con Juegos de la edad tardía, la impresión no puede ser más que la de la decepción. Por  ningún lado he visto aquí los logros formales de aquella novela ni tampoco la emergencia de un mundo con consistencia propia. Espero que los otros libros de Landero que aún no conozco sean mucho mejores que este, porque creo que es lo lógico esperarlo de quien escribió una de las novelas más interesantes de los últimos cincuenta años.  (Luis Landero: Entre líneas: el cuento o la vida. Barcelona: Tusquets, 2001, 162 pp.).



domingo, 10 de febrero de 2013

Una novela casi perfecta ( 'El día de mañana', de Ignacio Martínez de Pisón)

Este libro  de Martínez de Pisón recibió el Premio Nacional de la Crítica de 2011 y creo que con razón. Aunque Foto de familia, el otro libro suyo aquí comentado, no me convenció del todo, esta novela me ha parecido muy bien  construida y con un color de ambiente muy bien logrado, a pesar de que la historia en sí y varios de los personajes son  demasiado parecidos a los de otras novelas de posguerra.  

     Esos doce personajes cuentan a alguien (el narrador/nosotros) sus contactos y vida con Justo Gil, que los une a todos ellos, aunque el mismo  Justo nunca aparece hablando con voz propia (y tampoco se echa de menos). Lo mejor de la novela es esa habilidad  para que cada personaje cuente su propia historia contando a la vez la de Justo, y, de paso, la de algún personaje más del conjunto. Todas las historias individuales forman un tapiz muy bien
 entretejido y van creando sorpresas y giros realmente inesperados. También hay que decir que el comienzo de la novela es poco lento y hay que esperar un buen número de  páginas hasta llegar al nudo de la historia, pero a partir de ese momento ésta no falla.

     S
i alguna limitación seria hay que ponerle  creo que sería el lenguaje. Por un lado  se quiere hacer hablar a esos personajes con una oralidad que no llega a individualizarlos. Salvo el caso de Hilario Lazcano, todos los demás parecen hablar exactamente igual, y con un estilo más propio del lenguaje escrito que del oral. No digo que sea fácil, pero, la verdad, aquí he echado de menos los méritos  de Álvaro Pombo o Jiménez Lozano. También puede añadirse que el lenguaje de Pisón no presenta los hallazgos estilísticos  o las sorpresas de un lenguaje fresco y original y un poco renovador que creo que debe esperarse en todo escritor de primera línea. No es que sea un lenguaje pobre o limitado, que no lo es, pero tampoco tiene unas claras marcas de individualidad ni es un lenguaje para lectores de poesía, que buscan la sorpresa en cada verso.

     La novela tiene algunos momentos crudos y a veces un vocabulario un poco pesado que creo que no gustará a algunos de mis alumnos pero también tiene algunos capítulos realmente logrados y divertidos, como la primera intervención de Noel León y la historia de su familia y los palíndromos. Y a pesar del final triste que le toca sufrir a Justo, la redención del mismo, al ser convertido a su modo en un personaje artístico, lo redime del pesimismo o la crueldad amarga que por fortuna Pisón suele evitar. Le daría cuatro estrellas si no fuera por las limitaciones que le veo con el lenguaje. Recomendado. (Ignacio Martínez de Pisón: El día de mañana. Barcelona. Seix Barral, 2010, 379 pp.).




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