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Una buena novela, donde está ausente la gente buena |
Aunque ya
la tenía en mi lista de libros pendientes, he leído esta novela al poco de
haber sido elegida la segunda mejor mejor novela de lo que llevamos de siglo, después de La fiesta del chivo, de Vargas Llosa, y antes de Tu rostro mañana, de Javier Marías, en una reciente encuesta de ABC. Todavía no he leído la novela de Vargas Llosa, pero, en cuanto a Crematorio, sí creo que es de lo mejor que he comentado en este blog, e incluso creo que podría
decir que es la mejor, aunque eso no signifique que me guste todo lo que en ella se cuenta o se implica.
Muchos la
han catalogado como una de esas novelas totales, algo que me parece que
cumple y bien. En este caso es algo que el autor consigue a través de lo que habla el variado grupo de
personajes que hablan o el narrador por ellos. Aunque estos están
conectados estrechamente por lazos familiares o profesionales, son también lo suficientemente heterogéneos
en lo social, lo político, o en su ficción particular como para que
sus discursos sean centrífugos o radiales y lleguen a tratar y abarcar todos
los temas y motivos: familia, negocios,
cultura, sexo, comida, vida
social, política, religión, salud, moral, etc., etc. Realmente ningún aspecto parece quedar fuera de sus palabras y todos esos
discursos y personajes parecen formar una red que conecta a todos ellos estén
más o menos distantes de uno o de otro. Hasta ahora, en todas las novelas reseñadas en
este blog no recuerdo ninguna parecida, o ninguna tan ambiciosa y que haya
conseguido ese objetivo de forma tan lograda.
Otra cosa
que llamará la atención del lector es la disposición de esos discursos en
capítulos de un solo párrafo, sin puntos aparte y sin diálogos, siendo el narrador o/y el personaje el propietario de la voz narrativa. Esto puede hacer difícil su lectura al público menos preparado, pero no puede
negarse que concuerda con el tono y tema del libro. Es decir, ese crematorio es símbolo de la nada o la aniquilación en que, según Chirbes, vivimos todos. En otras palabras, el destino humano y de la vida social-política o familiar de la España en que se mueven esos
personajes es una realidad tan agobiante
que no deja respirar al hombre, como este texto ahoga no da ningún tipo
de tregua al lector. Si tenemos en cuenta que la novela se escribió en 2007, un
año antes del comienzo de la gran crisis actual, la novela incluso puede entenderse como una especie de
profecía del colapso económico -y social-moral-, ya que el personaje y el movimiento central nace de Rubén Bartomeu,
el constructor acerca del cual se mueve todo: una familia completamente
disfuncional, unos negocios nada limpios, unos subordinados tan corruptos como
sus competidores, una dependencia de las mafias rusas igualmente obligada, y un largo etcétera de desajustes similares.
En medio de esos monólogos se insertan además momentos de lirismo bien conseguidos, con enumeraciones caóticas o semicaóticas como recurso frecuente
pero no agobiante, un mundo libresco y cultural que no ocupa todo (al contrario que en Enrique Vila-Matas), o unos discursos que no se desmienten a sí mismos continuamente ni
pretenden confundir a nadie (Javier Marías, Javier Cercas), y además de muchos
registros, recursos narrativos que Chirbes domina bien pero que usa en justo
grado, sin abusar, etc…. Tampoco hace de ello una cosa política ni echa la culpa al PSOE o al PP, al modo de Belén Gopegui. Todo este estado de desintegración es simplemente la condición humana y la vida real; nada más.
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El voluntariado, una actitud que no se refleja en la excelente pero pesimista novela de Chirbes |
En todo ese
mundo es poco no tanto lo que se salva sino los asideros momentáneos que
parecen ayudar a sobrellevar ese vacío: el arte, los placeres de la mesa y
sobre todo un erotismo frecuente, frenético y despersonalizado … Por lo demás, los
personajes son egoístas, rencorosos, vengativos, vacíos, superficiales,
instintivos, infieles, ingenuos, etc., etc. Y aquí es donde mi desacuerdo con Chirbes es más radical, porque Crematorio puede llevar a pensar que todo el mundo es así y que ya no hay redención posible ni gestos heroicos. Chirbes no deja hueco en ese mundo para
conductas idealistas, para ONGs o actitudes como el voluntariado.... No caben ahí Cáritas, ni Médicos sin Fronteras, ni el trabajo de unos padres de familia que lucha por sacar adelante a un hijo enfermo o drogadicto, etc. Y, esto, obviamente, no coincide con lo real.
Al final
una novela totalizante que en sí, como obra literaria, puede ser la más o de
las más conseguidas en los últimos
cincuenta años. Lo cual no quiere decir
que la realidad, gracias a Dios, a los
dioses o a lo que sea (aquí estoy copiando a Chirbes), sea realmente así. Por
lo menos la que yo conozco. Recomendada para lectores que no anden muy "depre". (Rafael Chirbes: Crematorio. Barcelona: Anagrama,
2007, 414 pp.).