En la contraportada del libro se avisa que hay dos grupos de "miopes", según se entienda entendida esta palabra en sentido general o metafórico. El primero sería el de los miopes que no pueden encontrar la dirección correcta que quieren para su vida o que se equivocan a la hora de elegir entre izquierdas y derechas, y el segundo sería el de los "falsos miopes que se escudan astutamente tras su aparente miopía para no ser testigos" de situaciones que podrían complicarles la vida.
Ésta es una buena clasificación de este grupo de cuentos, pero yo creo además que se pueden hacer otras dos lecturas adicionales. Una sería desde la perspectiva de lo “políticamente correcto”, y entonces cada uno de los cuentos se convertiría en una clara ofensa a minorías o discapacitados. Con el tono sardónico e irreverente que caracteriza a Tomeo, en todos ellos se narran historias o situaciones en las que miopes, bizcos y otros personajes ‘visually impaired’ protagonizan unos inevitables y divertidos desencuentros. Si el lector se acerca a ellos desde esta perspectiva difícilmente va a poder disfrutarlos. La otra posibilidad es leerlos para reírse de uno mismo, porque al fin y al cabo todos, con el paso del tiempo, seremos miopes, bizcos o cegatones. Y entonces no dejan de ser unos relatos originales, divertidos a veces hasta la hilaridad, ingeniosos y capaces de mostrar la habilidad de un escritor que sabe construir lo grotesco o lo ridículo a partir de lo cotidiano y sin caer necesariamente en la crueldad.
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Marty Feldman, el Igor de 'El jovencito Frankenstein', otro posible protagonista para estos cuentos de Tomeo |