domingo, 30 de junio de 2013

Javier Tomeo: 'Problemas oculares'

Tenía esta entrada programada para dentro de unas semanas, pero la publico ahora, como pequeño homenaje a Javier Tomeo. El libro no me convenció tanto como Amado monstruo, pero no deja de tener sus méritos y momentos brillantes.

En la contraportada del libro se avisa que  hay dos grupos de "miopes", según se entienda entendida esta palabra en sentido general o metafórico. El primero sería el de los miopes  que no pueden encontrar la dirección correcta que quieren para su vida o que se equivocan a la hora de elegir entre izquierdas y derechas, y el segundo sería el de los "falsos miopes que se escudan astutamente tras su aparente miopía para no ser testigos" de situaciones que podrían complicarles la vida.

     Ésta es una buena clasificación de este grupo de cuentos, pero yo creo además que se pueden hacer otras dos lecturas adicionales.  Una sería  desde la perspectiva de lo “políticamente correcto”, y entonces cada uno de los cuentos se convertiría en una clara ofensa a  minorías o discapacitados. Con el tono sardónico e irreverente que caracteriza a Tomeo, en todos ellos se narran historias o situaciones en las que miopes, bizcos y otros personajes ‘visually impaired’ protagonizan unos inevitables y divertidos desencuentros. Si el lector se acerca a ellos desde esta perspectiva difícilmente va a poder disfrutarlos. La otra posibilidad es leerlos para reírse de  uno mismo, porque al fin y al cabo todos, con el paso del tiempo, seremos miopes, bizcos o cegatones. Y entonces no dejan de ser unos relatos originales, divertidos a veces hasta la hilaridad, ingeniosos y capaces de mostrar la habilidad de un escritor que sabe construir lo grotesco o lo ridículo a partir de lo cotidiano y sin caer necesariamente en la crueldad.


 Marty Feldman, el Igor de 'El jovencito Frankenstein',
 otro posible protagonista para estos 
cuentos de Tomeo

      De estas dos lecturas recomiendo, obviamente, la segunda, entre otras razones por esa limitación de lo políticamente correcto hacia el sentido del humor, y por su tendencia a  tomarse todo en serio y a seguir fomentando ese victimismo que tanto paraliza a las minorías y tanto daño hace a la reconciliación social. Y es que al final,  por una razón o por otra, minorías y discapacitados lo somos o seremos todos. 
        Como en Amado monstruo, ya reseñado aquí, los relatos de Problemas oculares están narrados con un estilo que mezcla lo oral y lo escrito con naturalidad y con un lenguaje sencillo que huye de las pirotecnias y sofisticaciones. De todas formas, en algunos casos sí se nota alguna que otra repetición argumental o se echa de menos expresiones un poco más cuidadas o menos tópicas y algunas frases finales –el remate de los cuentos– un poco más originales; coincido con quien dijo que no hay buen cuento sin una buena frase de cierre. Al final, un libro para pasar un buen rato, sobre todo con historias como “Los contertulios”, y para aprender a reírse de las limitaciones de uno mismo (Javier Tomeo: Problemas ocularesBarcelona: Anagrama,1990, 124 pp.)




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