martes, 20 de agosto de 2013

Unai Elorriaga: Londres es de cartón

Tenía ganas de leer este libro, sobre todo para comprobar la trayectoria de su autor, que tan buen gusto me dejó con su anterior “trilogía”. Y aunque en esta novela hay algunas cosas que me siguen pareciendo interesantes, en su conjunto creo que cabría haber escrito algo mejor. Me sigo quedando (y sigo recomendando) con Un tranvía en SP, El pelo de  Van´t Hoff,  y Vredaman

     Londres es de cartón me parece un intento de escribir un mundo diferente al de las de las tres novelas anteriores, vertebradas por un tono de sencillez e inocencia emocional y por un estilo innovador y original que en ese caso no equivalía a complicación.  El único problema era, quizá, que al final ese estilo sonaba un poco repetitivo y como sin salida. En Londres es de cartón  se han depurado algunos de esos excesos y se ha conseguido una narración también fácil de leer y que a la vez ha sabido conservar  lo mejor del estilo anterior. También  el autor ha conseguido  mantener el mismo tono narrativo a lo largo de toda esta novela, en el sentido de haber sabido manejar los recursos que hacen que la lectura avance al ritmo apropiado, sin apresuramientos pero también sin demoras. Igualmente se transpira esa simpatía y especie de cariño con que Elorriaga sabe tratar a sus criaturas, huyendo en general de excesos emocionales o morbosos, y procurando finales que no sean desesperanzados. También puede gustar –y llegar a cansar, depende esas alusiones, citas y homenajes a escritores  con que introduce  los diversos capítulos de la novela,  o que aparecen como fundamento o fondo de contraste de la misma (la segunda parte, por ejemplo,  no puede dejar de recordar a las novelas de Agatha Christie).

Agatha Christie, que sin duda es una referencias 
para el final de la novela de Elorriaga (Traduzco la cita: 
"el marido ideal para una mujer es el arquéologo, 
cuanto más vieja se vuelve ella, más interés
despierta en él")

     Sin embargo creo que, como conjunto, la narración no funciona.  La encomiable intención de denuncia de las dictaduras queda bastante por encima de los recursos que el autor ha empleado en esta ocasión. La idea de situar todo ello en un mundo entre alegórico y real, con esa mezcla de personajes con nombres imposibles unas veces y otras –en la segunda parte muy, muy ingleses, e igualmente con lugares históricos y lugares y episodios de un mundo imaginado, no acaba de soldar bien. El punto de convergencia entre ambos al final  de la novela me parece demasiado débil como para unir dos universos que durante toda la narración han permanecido incomunicados. La cosa se complica cuando se comentan algunos detalles que, a mi juicio, recuerdan demasiado al 'problema vasco', como pueden ser las observaciones del autor sobre la imposición del lenguaje o el papel de la Iglesia en dicha problemática. Obviamente, como motivos en sí  y convertibles en material literario me parecen completamente lícitos, pero en este engranaje chirrían más de lo debido.  De la misma forma, no estoy seguro de que las técnicas narrativas hayan sido las más apropiadas para un tema como éste. 

    En cierta manera esa mezcla de diálogos, informes burocráticos, reproducciones de grabaciones, etc. ha hecho que un argumento de este estilo haya perdido bastante fuerza y haya omitido algunas escenas que de forma un poco más gráfica puedan haber mostrado la gravedad  de los regímenes dictatoriales.  Aunque algunos de los métodos de persecución y  tortura del régimen aparezcan descritos con cierto detalle y consigan la lógica reacción de repulsión por parte del lector, creo que una novela como ésta necesita de mucha más carga emocional en sus personajes y en sus situaciones límite, que tampoco abundan lo que deberían. Al final, lo que resulta es un argumento con un tema fuerte, pero con un desarrollo demasiado difuso, que no creo que llegue a enganchar o a dejar al lector con la idea de haber leído una novela de dictadura  paralela al Tirano Banderas, de Valle Inclán,  a Yo el Supremo, de Roa Bastos, o a Oficio de difuntos, de Uslar Pietri, entre otros…

     No es una novela que pueda recomendar, de un autor que creo que todavía puede llegar lejos. Aunque siempre es difícil dar con la clave del éxito y la calidad definitiva –el propio Cervantes quiso hacer de su mediocre Persiles y Sigismunda una novela superior al Quijote, creo que las tres novelas anteriores de Elorriaga y, en menor medida, esta misma, cuentan en su conjunto  con elementos formales, con ideas, temas y recursos narrativos suficientes para que el autor siga buscando esa novela o esa serie de novelas que confirmen que puede llegar más lejos y escribir mejor que otros que funcionan con mucho más ruido mediático.  Sólo nos queda esperar (Unai Elorriaga: Londres es de cartón. Madrid: Alfaguara, 2010, 208 pp.).



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