domingo, 20 de marzo de 2016

José Maria Guelbenzu: 'Muerte en primera clase'

Después de haber leído un buen número de novelas policiacas, no parece que sea mucho lo nuevo que pueda decir del estilo y el lenguaje de esta de Guelbenzu, aunque también es cierto que visto en su generalidad resulta más elaborado que otros autores del género. Lo que sí puede añadirse aquí, es que hay momentos emocionales y algunos recursos narrativos bastante logrados, como puede ser los momentos en que Mariana se siente derrotada, la labor de amistad de Julia y ese combinar el viaje por el Nilo -un homenaje a Muerte en el Nilo, de Agatha Christie, me imagino- con la carrera a contrarreloj para encontrar al asesino.

El problema con la lectura abundante de este género -al menos para mí- es que al final el lector se convierte en detective y se enfada cuando el narrador le oculta datos más o menos obvios que quizá debería haber revelado antes y no habérselos guardado para él solo. Un caso así lo recuerdo con una novela de la Christie, donde la narradora sabía pero no contaba que uno de los sospechosos había trabajado con venenos. Eso es lo que me ha pasado al leer esta novela. El detalle de la escalera me parece uno de esos ases en la manga que se guardan para el final pero que podían o debían haberse contado antes, a no ser que sea de esas cosas de las que uno se da cuenta solo en un momento concreto, el aha moment que dicen los yankies...

Otras cosas también pueden verse por los dos lados, como trucos o como trampas. Es el caso de esas conversaciones escuchadas por casualidad, no imposibles en un barco, pero quizá un poco forzadas, o esos escondites en camarotes visitados por sospechosos..., que recuerdan los momentos similares -y más débiles.- de novelas como Riña de gatos, de Mendoza, o El tiempo entre costuras, de María Dueñas...

En fin, una novela para pasar el rato, bien escrita, pero también con algunas debilidades que pueden explicarse por las exigencias del género, y -lo que menos me ha gustado- con unas tramas amorosas que sólo parecen justificarse como una concesión a lo políticamente correcto. (José M. Guelbenzu: Muerte en primera clase: Barcelona, Destino, 2012, 333 pp.)





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