Los que seguís este blog y os habéis pasado ya por la entrada que dediqué a Pérez Reverte sabéis que no es uno de mis autores preferidos, y que uno de sus libros de Alatriste ha sido hasta el momento el único que no he podido terminar.
Ahora que he decidido ‘darle otra oportunidad’ añado que los principales obstáculos que tengo con sus novelas son su manejo del lenguaje y sus técnicas narrativas. En cuanto al primero, con Alatriste tengo la impresión de que el autor acaba de leerse un diccionario especializado y empieza a soltar esas palabras recién aprendidas vengan o no vengan a cuento, algo parecido a lo que pasaba con Venganza en Sevilla, de Matilde Asensi, también comentado en este blog. En cuanto a lo segundo, sus técnicas folletinescas quedan bien en cuanto tales, y, si se quiere, como homenaje histórico, pero no acaban de mostrar que el narrador sea capaz de armar bien un argumento. En su descargo tengo que decir que mi principal referencia para las novelas históricas es La gloria de don Ramiro, de Enrique Larreta, y que al lado de ellas, todas las novelas históricas-bestsellers que he leído hasta ahora salen bastante malparadas. Esa novela es un buen ejemplo de la recreación pulida y natural del español del Siglo de Oro que Pérez Reverte ha querido conseguir en Alatriste.
Lo mismo me ocurre con Isabel Allende, de quien tampoco he leído muchas cosas y que tampoco llega a convencerme. Las ideas de sus novelas y cuentos no son malas, pero luego el desarrollo de sus argumentos y tramas, y también el lenguaje, parecen quedarse siempre a medio camino.
Otra de las cosas que Pérez Reverte y Isabel Allende tienen en común es su estrategia de autodefensa. Ambos se escudan en el número de ventas y número de lectores, y acusan a los ‘críticos o caballeros barbudos’ de prejuicios o manías persecutorias. La limitación de esas autodefensas es que son más ataques ‘ad hominem’ que demostraciones de su calidad como escritores. Ya sabemos todos que el número de ventas no se identifica con calidad. Algunos ejemplos: Van Gogh, que nunca vendió un cuadro; José de Echegaray, nuestro insoportable Nobel, hoy prácticamente olvidado; Manuel Fernández González, el autor de folletines más popular en la España del siglo XIX y que hoy tampoco nadie recuerda, etc.
Todo lo anterior no implica que algún día yo cambie de opinión, y si alguien tiene alguna sugerencia por ahí es bienvenida, pero por ahora, y antes de la lectura de El club Dumas, acerca de Pérez Reverte e Isabel Allende, sigo pensando como ‘los caballeros barbudos’. Espero que El club mejore mi visión acerca de su autor, pero añado también que algún colega mío tampoco ha podido terminar el libro. Incluyo en esta entrada un vídeo de Isabel Allende en el que un poco excitada -notar cómo descarga la tensión acudiendo al vaso de agua- lanza su ataque contra los 'barbudos' y después, todo hay que reconocerlo, dice algunas cosas interesantes sobre la ficción.