En algunos ambientes culturales se respira un aire eurófobo que a veces puede acabar ahogando. Ello se suele combinar con la idealización de culturas diferentes, con la idea de la perversa colonización eurocéntrica, etc. Yo no veo las cosas así.
Creo mejor que todas las culturas tienen sus virtudes y sus defectos, sus perfecciones y sus limitaciones, y su evolución deja claro además que por encima de todo ello están los derechos (y deberes) de cada persona, que trascienden todas las culturas (por eso las culturas desaparecen, pero no las personas). Una cultura no es un absoluto, y así no todo lo europeo puede ser malo, ni bueno absolutamente todo lo que venga de fuera. En caso contrario los países colonizados habrían rechazado tarde o temprano todo producto procedente de su metrópolil y ahora, por ejemplo, no tendríamos mundiales de fútbol, un deporte de origen inglés y colonizador que se ha extendido como el fuego por todos los continentes, ni una celebración -el Mundial- que es esperada ansiosamente por todo el planeta y que sin duda alguna es uno de los momentos donde mejor se percibe esa universalidad humana (una consecuencia que no puedo dejar de mencionar es que si el fútbol no hubiera tenido un reclamo universal, España nunca hubiera sido campeona del mundo, del deporte más popular sobre la faz de la Tierra).
Creo mejor que todas las culturas tienen sus virtudes y sus defectos, sus perfecciones y sus limitaciones, y su evolución deja claro además que por encima de todo ello están los derechos (y deberes) de cada persona, que trascienden todas las culturas (por eso las culturas desaparecen, pero no las personas). Una cultura no es un absoluto, y así no todo lo europeo puede ser malo, ni bueno absolutamente todo lo que venga de fuera. En caso contrario los países colonizados habrían rechazado tarde o temprano todo producto procedente de su metrópolil y ahora, por ejemplo, no tendríamos mundiales de fútbol, un deporte de origen inglés y colonizador que se ha extendido como el fuego por todos los continentes, ni una celebración -el Mundial- que es esperada ansiosamente por todo el planeta y que sin duda alguna es uno de los momentos donde mejor se percibe esa universalidad humana (una consecuencia que no puedo dejar de mencionar es que si el fútbol no hubiera tenido un reclamo universal, España nunca hubiera sido campeona del mundo, del deporte más popular sobre la faz de la Tierra).
Una de las banderas de acusación más frecuente es la del genocidio que los europeos habrían llevado a cabo en América y en otros continentes. Sobre esto hay muchos matices que discutir y quizá otro día entre en ello Ahora sólo quiero recomendar la lectura de El infierno de los jemeres rojos, publicado por Libros del Asteroide (2010), que habla de genocidios no europeos y a cargo de ideologías que en su tiempo se llamaron progresistas.
A su autora, Denise Affonco, superviviente de los campos de trabajo de los jemeres, le hicieron una entrevista en Leer (Diciembre 2010, pp. 146-147) en la que le preguntaban si el genocidio camboyano fue un genocidio comunista u otra cosa diferente. No estoy del todo de acuerdo con su respuesta, por ser demasiado absoluta, y creo que junto al lado de comunistas de buena fe, hay otros que, bueno....Mao, Stalin, Pol Pot, Castro... Pero al mismo tiempo es una respuesta de quien vivió ese infierno en carne propia, así que reproduzco las palabra que me han parecido más elocuentes: "Fue un genocidio comunista inspirado por el comunismo maoísta. Totalmente, sin ninguna duda. Hicieron exactamente lo mismo que durante la revolución cultural china, pero mucho más radical. En aquel momento, los vietnamitas estaban influenciados por los rusos y los jemeres-rojos eran pro-chinos, pero para mí los dos bloques eran el comunismo. Cuando saqué mi libro en Francia, dos amigos, que no son comunistas sino socialistas, lo leyeron y me dijeron que tendría que diferenciar entre los malos y los buenos comunistas. No lo pude hacer." (Denise Affonco: El infierno de los jemeres rojos. Testimonio de una superviviente. Barcelona: Libros del Asteroide, 2010, 249 pp.).