viernes, 13 de enero de 2012

Tan cerca del aire (Gustavo Martín Garzo)

No me quiero enrollar, pero creo que es difícil reseñar esta novela sin incluir algún comentario acerca del funcionamiento propio de la literatura fantástica. Tampoco creo que esté de más, pues Tan cerca del aire ganó el premio Ciudad de Torrevieja de novela de 2010 y todas las reseñas al respecto mencionaban esa dimensión de la obra de Martín Garzo como uno de sus componentes más importantes.

       Como balance final he de decir que la me ha entretenido por momentos pero en general me ha parecido demasiado melosa y hasta cursi para mi gusto. Sé que este tono es el habitual de Martín Garzo, y también el que le hace bastante popular entre algunos sectores del público; pero también me parece que esto no puede servir de atenuante para rebajar la calidad propiamente literaria. Quizá la principal limitación tiene que ver con la combinación entre la extensión de la novela y el género fantástico. Lo normal en la literatura fantástica (que técnicamente es diferente a la maravillosa –los cuentos de hadas, a la ciencia ficción y al realismo mágico) es que lo central sea el acontecimiento en sí, y que los personajes y el resto de los elementos narrativos pasen a un segundo plano. Por eso la literatura propiamente fantástica se concreta sobre todo en cuentos o en novelas cortas.
      De aquí creo que es de donde le vienen los problemas a Tan cerca del aire. Los personajes son extraños o fantásticos pero no son profundos; van y vienen a merced de las necesidades que el narrador tiene para llevar su argumento a buen fin, pero no porque ellos funcionen con verdadera autonomía. Aunque con algunos matices interesantes, sus roles corresponden básicamente con los estereotipos de los relatos de este tipo (la mujer de origen extraño, el chico huérfano y perdido, las metamorfosis nocturnas, etc.). Al lector interesado en comprobar esto le puede resultar útil comparar la primera parte de la novela  con la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer titulada “La corza blanca” y la segunda con “Hijo de mi alma”, de Emilia Pardo Bazán. En cierto sentido Tan cerca del aire sería la suma de estos dos cuentos clásicos, a la que se habrían añadido algunas recurrentes reflexiones sobre el amor y sobre la existencia de un mundo distinto al ordinario.
      Por todo ello, el argumento, sin dejar de tener sus méritos, no deja de sentirse como algo artificialmente prolongado, con muchos detalles o escenas superfluas que consiguen colocar a la narración dentro del género de la novela, pero le hacen perder el efectismo y la sorpresa propia de los relatos fantásticos. Lo que resulta al final es una historia de amor convencional aunque adornada de una buena dosis de parafernalia que a mi juicio no logra ocultar los tópicos romanticones sobre los que descansa toda la historia.
       Lo más positivo de la novela asoma en algunas de las leyendas internas que se incluyen en la narración, como la referida al peluquero, y que por momentos contagian a la historia de un aire de realismo mágico parecido a los mejores relatos de García Márquez. También creo que debe mencionarse ese tono etéreo que Martín Garzo consigue dar a veces a la figura de Gabriela, el refrescante bucolismo del algunas evocaciones o la estrategia narrativa elegida para contar la historia, con una equilibrada alternancia entre el narrador en tercera persona y el todo relato de la historia de Jonás contado por Paula. Aunque este último a veces se siente excesivamente largo, en el conjunto de la novela acaba produciendo una saludable sensación de equilibrio.
      Otras reseñas achacan también a la novela esa omnipresencia de las garzas, que a mi juicio también resulta un poco agobiante. Obviamente es un letimotiv que va muy bien con la historia, pero que de haberse medido un poco más habría podido abrir espacios a otros elementos menos desarrollados o, simplemente, haber favorecido el espíritu de condensación que es propio de la literatura fantástica. Y, por hacer un chiste fácil, a quienes no nos ha convencido la novela, esa abundancia de garzas no nos llevaría a pensar en que su presencia se deba a unos extraños, subconscientes o fantásticos deseos del autor de reivindicar su segundo apellido. Y como nota aparte, tampoco me ha hecho mucha ilusión que en el jurado que concedió el premio se encontrara la directora editorial de Plaza y Janés, pues para los malpensados será excusa más para suponer que los intereses comerciales pueden haber privado sobre la calidad literaria de otros participantes. (Gustavo Martín Garzo: Tan  cerca del aire. Barcelona: Plaza y Janés, 2010, 300 pp.).


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