domingo, 6 de mayo de 2012

Hablar como escriben los poetas, o 'Labia', de Eloy Tizón

Hacía tiempo que no leía una novela como esta, creo que desde La escala de los mapas, de Belén Gopegui, y La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. Con ellas comparte ese peculiar empleo del lenguaje lírico y cuidado, para narrar, en este caso, varias historias entrecruzadas. Y aquí es donde suele estar la clave para este tipo de escritura, porque ya desde el comienzo selecciona a sus lectores. Aquellos que vayan buscando un relato lineal y un lenguaje aséptico o neutro no creo que puedan disfrutarla. Quienes busquen una literatura un poco más exigente, tan preocupada por lo que se cuenta como por el cómo se cuenta y el intento del autor de trabajar  conseguir una voz y un estilo personal, encontrarán aquí un libro a la medida de sus expectativas y acabarán su lectura con la satisfacción de haber leído algo original y enriquecedor.

      Según la contraportada, el diccionario de María Moliner define la palabra "labia" como "la habilidad para decir cosas agradables o convencer con palabras." Y eso es lo que creo que aquí consigue muy bien Eloy Tizón. La voz o las voces que cuentan las historias parecen hablar por el gusto de hablar y relatar cosas nuevas, y también por el gusto de disfrutar con las posibilidades que ofrece el lenguaje sin necesidad de llegar a sofisticaciones estilísticas excesivas. Es un lenguaje lírico de la sencillez oral y la cotidianeidad. Lo cual va muy bien con las historias que se cuentan, que en general  recuerdan un poco a aquellos "primores de lo vulgar" Ortega y Gasset señalaba para los relatos y el estilo de Azorín. Ese grupo de historias o la anécdota vertebradora del joven protagonista no se suelen elevar al nivel de historias extraordinarias, y se quedarían más bien en el nivel  de la más humana intrahistoria que reivindicaba Unamuno. Aún así, el relato entre épico y fantasioso de Carlomagno y la princesa Mármara aclara también que Tizón puede llegar con éxito a otros registros diferentes, volviendo a demostrar que es un autor con labia, de la buena. O la singularidad de Óscar, el niño que no puede crecer, por poner otro ejemplo..., o la del escultor peregrino y agonizante en París....


     Con la historia central se identificarán fácilmente los lectores que quieran evocar la España de los 70 y los 80, que Tizón describe con tonos un poco pesimistas pero no amargados, y hasta con una independiente mirada crítica hacia algunos momentos o figuras culturales más estereotipados de la Transición. Lo cual también se agradece, después de tantas novelas reduccionistas o maniqueas al respecto.  En definitiva, un libro de esos que hay que leer por original y esperanzador, por mostrar que no todo en la novela española contemporánea son conformismos literarios o medianías políticas. Solo me queda agradecer a Lector Amateur el haberme sugerido la lectura de Tizón. Sin ello, este blog contaría con un libro menos en la lista de recomendados.





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