martes, 20 de noviembre de 2012

Otra decepción de Eduardo Mendoza ('Tres historias de santos')

Parece que no estoy teniendo suerte con Mendoza. Después de haber disfrutado con Sin noticias de Gurb, tuve que incluir Riña de gatos en mi lista de infumables (ver abajo) y a punto he estado de hacer lo mismo con este, si no fuera por el tercer relato. Sobre todo el segundo ("El final de Dubslav") carece del calor humano que puede notarse en los otros dos y se conviertee al final en un alegato de lo más tópico en contra de reconocimientos sociales, premios literarios y demás cosas por el estilo. Tampoco en él queda nada compensado el espacio que se dedica a la estancia del protagonista en África con su regreso a Europa. A no ser que esa estancia en África quiera presentarse como un contrapunto de la refinada e hipócrita Europa; pero esto me parece que no queda claro, y ese es el problema.

       El primero de los relatos, titulado "La ballena", es más bien desigual, lo que puede explicarse por proceder de los años jóvenes de su autor. Es también un poco más extenso -casi podría llamarse una novela corta- y los personajes están un poco más trabajados, aunque no deja de haber algún cabo suelto que nunca llega a atarse (el caso del tío Víctor, por ejemplo).  Como en el caso del segundo relato, uno no sabe muy bien lo que pretende Mendoza; por un lado hay una sátira continua contra ciertas costumbres e hipocresías sociales, y por otra una pretensión de que el lector sienta lástima por esos personajes sufrientes que en el prólogo se presentan como 'santos'. Pero me parece que la fórmula solo resulta por momentos, pues al final esos personajes también aparecen más como fantoches o figuras de sainete que otra cosa. 


       Diferente, para bien, es el caso del tercer relato ("El malentendido"), que no deja de recurrir a esos momentos vaudevilescos pero cuyos dos personajes principales -el preso escritor y su profesora- protagonizan al final una historia que llega mejor al lector y que además es una acertada parábola del ejercicio de escribir. Este relato es lo mejor del libro, pero no estoy seguro de que llegue a compensar las medianías de los otros dos, aunque como ellos muestre también lo que más me ha gustado, que sería esa inserción de esos héroes-antihéroes en las pequeñas luchas de la vida, que parece llevarles de un lado a otro como a veces parece que pueden llevarnos a nosotros. Con los otros dos comparte también ese lenguaje suelto, rico y accesible que en general suele caracterizar todo lo de Mendoza.

        También empiezo a notar cierta repetición argumentativa en todas las narraciones del barcelonés; esto en principio puede ser parte de sus técnicas y lícito como tal, pero me parece que un escritor de su talla debería mostrar más variedad. Y es que tanto en los relatos de Tres historias de santos como en Sin noticias de Gurb o en Riña de gatos los personajes centrales son siempre foráneos que llegan a un mundo nuevo en el que empiezan a vivir unas experiencias que no entienden y que quieren ejemplificar -me imagino- la desquiciada realidad en la que Mendoza cree que vivimos todos. Espero que mis próximas lecturas suyas me muestran cosas nuevas. (Y del prólogo mejor no hablar; su taxonomía de los santos y su explicación del género literario de la hagiografías causarán la sonrisa, la lástima o el sonrojo de cualquier conocedor de la literatura religiosa). (Eduardo Mendoza: Tres vidas de santos. Barcelona: Seix-Barral, 2009, 189 pp.).


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