Acceso no autorizado, un frustrado intento de originalidad |
El lenguaje
vuelve a deslumbrar en algunos momentos, sobre todo en los más líricos y en los
párrafos o diálogos menos ligados a la reciente historia de España. Realmente
recuerdo pocos escritores actuales que en este sentido me entusiasmen tanto
como Gopegui. Al contrario que otros muchos, en esos casos su lenguaje suena
siempre a nuevo y al mismo tiempo indeleble.
Menos afortunados y más tópicos son aquéllos en que Gopegui presta su voz al narrador o a los personajes
para que éstos opinen sobre las vicisitudes de la política española; en esos
momentos el estilo no se despega de la retórica típica de este discurso y se convierte en algo prosaico y
panfletario. Hay que añadir también que
la carga de thriller-bestseller de
esta novela hace que también algunos momentos ese lenguaje responda a algunos
tópicos del mismo tono y suene a algo prefabricado o de molde.
El
argumento está organizado también al modo de un thriller pero con algunas originalidades o modos que, al menos, no
conocía hasta ahora y que lo elevan por encima de lo que es habitual en los bestsellers más típicos. Me refiero sobre todo a la estrategia del
contrapunto de la primera parte, con unos vaivenes en el tiempo que me parecen
bastante conseguidos. En la segunda y la tercera parte esos vaivenes desaparecen (para bien), pero
no la tensión, que va creciendo hasta llegar al clímax final, como es normal en
este género. En esto Acceso no autorizado
se parece demasiado a Deseo de ser punk,
pues las dos acaban con un clímax que consiste en la emisión al público de un
mensaje reivindicativo y de denuncia.
También me ha interesado su habilidad para captar con gran competencia el
mundo de los hackers y la
terminología cibernética. Visto desde este lado, sin embargo, es donde al mismo
tiempo la novela es más tópica; es decir, se convierte en el fondo en una lucha
de buenos y malos en un mundo de habilidades informáticas que no sería muy
diferente de una mediana película o -lo
que es peor- de una novela como La
fortaleza digital, de Dan Brown.
El mérito en este sentido puede haber sido el ensamblar eso relativamente bien con algunos personajes en clave de la política española, como esa vicepresidenta-heroína Julia Torres-Teresa Fernández de la Vega u otros de la nueva o vieja guardia del PSOE. Pero ahí también entran sus debilidades. Realmente no me parece que al final ese vaivén de lo histórico a lo ficticio acabe dando lugar a una novela redonda. Sus observaciones políticas suenan demasiado a realidad periodística o a conversación de mítin y quedan demasiado lejos de lo más propiamente literario. Y al final hacen que Acceso no autorizado pueda reducirse a una simple novela de denuncia política con personajes maniqueos, héroes y heroínas al modo más típico, donde los buenos se identifican únicamente con los ideales de Gopegui. Y así, lo que podría haber sido un original bestseller y una gran novela acerca del derecho a la intimidad y de las ventajas y desventajas de la globalización digital se nos queda en un simple cartel electoral. Una pena.