(Juan Calvino 1509-1564) |
En la
entrada que dediqué a Los cuerpos extraños, de Lorenzo Silva, comentaba algo
acerca de la falta de integridad moral de Karen Ortí, la alcaldesa ‘ejemplar’ asesinada
por la máquina de la corrupción. En concreto, me llamaba la atención que por un
lado Silva la presentase como una mártir y un ejemplo a seguir en la vida
pública, y por otro, en su vida privada, esta señora no parase de poner los cuernos a su marido.
Se me
ocurría que el origen danés de Karen era lo que podía explicar esa contradicción.
Y me vino a la cabeza precisamente la posible justificación a partir de las ideas
de Calvino o de Lutero, que son las ideas religiosas que triunfaron en los
países nórdicos. Para el primero el éxito externo o laboral era una de las
principales señales de la predestinación al cielo. La vida interna o su
coherencia con la vida pública pasaba así a un segundo plano. Para Lutero, la
naturaleza humana está tan corrupta que sólo unas leyes civiles fuertes
(seculares o teocráticas) pueden garantizar la convivencia. De nuevo, la vida
privada pasaba a un segundo plano.
En otras palabras, parece que lo que Silva está proponiendo es que –al modo de Max Weber– sólo una mentalidad calvinista o luterana puede sacarnos de la corrupción. No puedo decir que esté de acuerdo con eso, porque al final, si alguien no es leal con su gente más cercana, me cuesta mucho creer que lo vaya a ser con la que le pilla más lejos.
En otras palabras, parece que lo que Silva está proponiendo es que –al modo de Max Weber– sólo una mentalidad calvinista o luterana puede sacarnos de la corrupción. No puedo decir que esté de acuerdo con eso, porque al final, si alguien no es leal con su gente más cercana, me cuesta mucho creer que lo vaya a ser con la que le pilla más lejos.