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Quizá más cine que literatura |
Como digo, al leer la novela se tiene la impresión de estar leyendo un guión de cine. Eso se puede considerar un mérito, aunque no tanto una novedad, pues ya antes, por ejemplo, Julio Cortázar había mostrado magistralmente en su cuento "La autopista del sur" que el narrador puede funcionar como un director de cine. Pero al considerarlo como novela las tornas cambian bastante. Los personajes resultan estereotipos, sus diálogos intercambios de frases hechas (con algunas excepciones), las descripciones y presentaciones de personajes recuerdan demasiado a las acotaciones teatrales escritas con un estilo neutro y periodístico, muy lejos de las inolvidables acotaciones dramáticas de Valle-Inclán. Los argumentos y tramas no dejan de tener su originalidad y variedad, y hay que reconocer que este puede ser un mérito más del libro. Sin embargo, se siguen pareciendo demasiado a las vueltas y revueltas de las películas de espías, gangsters, triángulos amorosos y demás. Y la verdad es que al final uno se queda con la duda de si el joven Marías no quiso o no pudo salir de la sala de cine.
Para el lector interesado resulta casi imprescindible leer el epílogo que Marías escribió en 1999, sobre todo cuando recrimina a escritores y críticos que organizan o valoran las novelas de acuerdo a lo que él llama "virtudes de costurera y decorador", es decir al tipo de novelas bien estructuradas, cuidadas y medidas en su estilo y su organización. Para él la novela ideal sería la que prefiere lo episódico, lo disperso, lo anárquico o digresivo (El Quijote, En busca del tiempo perdido, etc.). Aparte de que Marías parece estar simplificando (no son pocos los críticos y lectores que están de acuerdo en la calidad de estas novelas, además de él mismo), también son muchas las novelas en la que la pericia del escritor se muestra precisamente en la combinación de las habilidades estilísticas con las organizativas. Sin la habilidad organizativa no tendríamos por ejemplo una novela como El conde de Montecristo, ni tampoco Corazón tan blanco, del propio Marías. (Javier Marías: Los dominios del lobo. Madrid: Punto de lectura: 2001, 382 pp.)