Creo que lo primero que tengo que decir de esta novela es que se trata de una narración metaliteraria y además bastante cargada de reflexiones librescas e intelectualistas. Por ello no creo que sea del gusto de quienes buscan en la literatura historias más o menos reales o verosímiles ni de aquellos que leen buscando emociones y afectividades. Sin embargo, como juego de ficción y como metaliteratura, y también por algunas reflexiones concretas, como las que giran en torno al tiempo pasado y a episodios librescos de la historia cultural, resulta una obra interesante y bien lograda.
El conjunto de la narración es más bien una historia fría si la juzgamos en términos convencionales. Aunque los dos nervios de la acción (las inquisiciones que el protagonista hace tras haber descubierto que ha sido personaje de una novela y las que giran en torno a la inexplicada muerte de otro de los coprotagonistas), proporcionan una dosis de intriga suficiente, ésta no acaba de tener el enganche o empuje que habría tenido en otro tipo de novelas. Esto se debe principalmente a que esas inquisiciones se van resolviendo a base de diálogos más bien filosóficos o intelectuales, que ralentizan la acción y reducen la carga emocional al mínimo imprescindible. Al mismo tiempo, esos diálogos son jugosos y originales, con frases que son auténticos hallazgos en su contenido y en su estilo. Esto es especialmente visible en la segunda mitad del libro, pues en la primera, de vez en cuando, hay algunas frases o páginas donde la repetición de palabras o conceptos (ej. pág. 52) puede llevar a pensar en una excesiva limitación léxica por parte del autor. De la misma manera hay que elogiar los numerosos guiños al lector que hace Antonio Prieto, como el alias de ese delincuente llamado Zapatos, que no puede dejar de evocar a cierto político español, o ese giro que se produce en las páginas finales de la novela, donde se da una vuelta de tuerca más a la confusión entre ficción y metaficción, para dejar toda la historia en una incertidumbre ideal. Eso creo que es lo que quiere decir el título del libro, que realmente es una invención (un encuentro, un invento, una ficción) para esa confusión de ámbitos y de identidades. En resumen, una novela casi exclusiva para los aficionados a la metaliteratura, pero que en este ámbito funciona bastante bien, a pesar de algunas limitaciones mínimas de construcción o de lenguaje. (Antonio Prieto: Invención para una duda. Barcelona: Seix-Barral, 2006, 223 pp.).