En la anterior entrada dedicada a Jiménez Lozano, subrayaba yo la variedad de temas, motivos y recursos que los caracterizaban los cuentos de El ajuar de mamá. Todo ello era me parecía un motivo de elogio para su autor, que mostraba una especie de inconformismo consigo mismo y con las posibilidades de la propia literatura. Al final acababa recomendándolo por parecerme un logro estético en una amplia variedad de direcciones narrativas.
De esta antología publicada por Cátedra tengo que decir algo semejante, aunque aquí esa variedad temática y ambiental es mucho más reducida . No sé si se debe a los gustos de la autora de la edición o a los libros de donde proceden esos cuentos, pero todos o prácticamente todos tienen que ver con ambientes rurales o marginados y con personas olvidadas o "secundarias" pero al mismo tiempo llenas de una vida de verdad. Son más personas que personajes y por ello sus historias tienen un calor humano evidente en casi todos los casos; en unos pocos la más extensa elaboración literaria hace que esas historias aparezcan como algo más libresco y alejado, aunque no menos intenso, como puede ser "El grano de maíz rojo". El lector que quiera disfrutar de estas narraciones ha de gustar de historias de la gente común, de la 'intrahistoria' de la que Miguel de Unamuno hablaba en abstracto y de la que aquí Jiménez Lozano ha hecho carne literaria.
El mismo lector ha de gustar de la oralidad de los relatos, es decir, de estar escuchando una narración más que leyéndola, aunque también esta claro que solo un gran escritor puede conseguir un efecto tan logrado como lo que vemos aquí. La mayoría son también historias como estampas, sin moralinas políticas o ideológicas, lo que que hace que los personajes lleguen más al fondo del lector pues esas historias son las que pueden haber protagonizado nuestros popios abuelos, nuestros padres, nosotros mismos o el propio autor. Escenas de la vida real y, de nuevo, de personas más que de personajes que casi nunca grandes tragedias o grandes aventuras y sí la vida de todos los días. De paso, el lector no dejará de sorprenderse del amplio y entrañable vocabulario que Jiménez Lozano, como en su tiempo Azorín, rescata de las arcas del olvido. Y para los más convencidos, la introducción, aunque un poco larga, conviene también ser leída, especialmente para entender la meritoria singularidad de Jiménez Lozano y el cómo el vivir al margen del mundillo literario no está reñido con el éxito ni con la verdadera calidad. (José Jiménez Lozano: Antología de cuentos. Ed. Amparo Medina Bocos. Madrid: Cátedra, 2005, 322 pp.).