A Vila-Matas le honra la intención de abrir y buscar caminos literarios nuevos, que huyan del realismo y de la prioridad de la anécdota, pero aquí el resultado ha sido bastante mediocre. No veo en Dublinesca nada que no haya visto en la novela anterior y lo que creo que pretende pasar por aportaciones nuevas, como esa disposición de algunos capítulos en formato teatral o telegráfico, puede sonar a innovador si lo contrastamos con la novela más comercial, pero no va a decir nada nuevo a los escritores más sofisticados del campo, y, mucho menos todavía, a la novela experimental en su conjunto.
Los recursos que pudieron ser nuevos en su momento pero que aquí suenan a manidos son, por ejemplo, esa alusión continua al mundo del cine y la literatura, a sus productores, protagonistas y consumidores; esa aparición de los medios de comunicación o generadores de información más recientes, como Google y otros; esa selección de alguien del mundo del libro –en este caso el editor Riba- como protagonista de una acción y de unas digresiones que se mueven principalmente en torno a esos ámbitos y que van sucediéndose unas a otras a veces con lógica causal pero otras veces dando la impresión de simple relleno o acción verborreica. Y reconozco que algunas de esas digresiones son temática y estilísticamente brillantes, pero al final son las menos y acaban dando una impresión de laberinto inacabable.
A pesar de sus méritos, Dublinesca es sobre todo y ante todo un mundo de papel |
PD. Por medio de un comentario anónimo y un poco insultante en mi entrada anterior (por eso no lo he publicado), he sabido de que esta novela ha sido elegida por The Guardian como una de las seis finalistas del Independent Foreign Fiction Price. Después de leer la noticia y la reseña de Alberto Manguel enlazada a la misma, mi opinión acerca de la novela sigue siendo la misma. En cuanto a su selección por The Guardian queda claro que lo que han elegido es la traducción, no el original, lo cual no es exactamente lo mismo, como también digo en los comentarios a la entrada anterior. Además, todos sabemos que eso de los premios es demasiado relativo. Sólo hay que pensar en Echegaray, uno de nuestros Nobel..., a quien muy pocos hoy recuerdan y a quien creo que casi nadie lee.