Lo real, sin duda, la mejor novela de Belén Gopegui que he leído hasta ahora |
Y al final
la lectura de Lo real, me ha confirmado esa presunción. Es, sin duda alguna, la
mejor de las novelas suyas que he leído hasta ahora y también una de las
mejores de todas las incluidas en este blog. No creo que sea casual que la
novela haya quedado finalista al menos en tres importantes premios, dos de
ellos bastante fiables: el de la Crítica de 2001, el Rómulo Gallegos de 2003 (el otro es el Fundación José Manuel
Lara de Novela, de 2002, algo que
no me dice mucho).
Por comenzar con lo que más me ha gustado, creo que
hay que reconocer que ese ensamblaje entre la voz narradora (Irene) y el
amigo-compañero protagonista es a la vez complejo y perfecto. Ni se presta a
confusiones de esas en las que nadie –a veces ni el propio autor– sabe quién
está hablando ni aburre con una monotonía que sólo permite cuestionar la
capacidad del autor de turno para modelar más voces. Irene aparece y desaparece
con naturalidad y sorpresa al mismo tiempo, como los ojos del Guadiana. La
verdad es que salvo en algunos de los grandes, no recuerdo haber visto una
combinación de ese tipo tan bien lograda.
Al lado de ello, hay que poner sin duda alguna la
presencia de ese coro colectivo que tanto recuerda a los coros de las tragedias
clásicas (Edipo Rey, etc.) y que sin
estridencias consigue dar a la trayectoria de Edmundo una dimensión épica que
igualmente no recuerdo en ninguna novela contemporánea. A la vez, las reivindicaciones
político-económicas de ese coro, que en La
conquista del aire hubieran sido simples panfletos, aquí son mucho más
humanas y menos partidistas, más generales y menos
decrépito-marxistas-asamblearias. Y para acabar de rematarla, para bien, ese Edmundo
que va de vengador-justiciero es en el fondo un personaje que creo que muchos
de nosotros quisiéramos ser, es decir, y con algunos matices, la persona que
moviéndose en la intrahistoria fuese capaz de dominar y controlar los poderes
políticos para que estos miraran al ciudadano de a pie y no a sus propios
ombligos.
Igualmente, aunque están claras sus deudas con El conde de Montecristo, también queda
claro que al contrario de El club Dumas,
de Pérez-Reverte, Gopegui ha conseguido crear una historia completamente
autónoma y modernizada. Y aunque este hecho confirme también la vitalidad de
los clásicos, Lo real es también un ejemplo de lo que deberían ser los reciclajes
modernos de esos clásicos.
En cuanto al lenguaje y a otros recursos, poco más
puedo decir que no haya dicho ya a propósito de las demás novelas suyas:
lirismo que no resulta empalagoso, sensación de ir hallazgo tras hallazgo y
de estar presenciado un descubrimiento
continuo de las posibilidades del lenguaje etc., etc. Esta vez, sin embargo, he notado más
algunas limitaciones del mismo, quizá debidos a la dificultad de Gopegui de
separar su labor de narradora de su labor de guionista de cine. Por ello, y como ocurre a muchas novelas
escritas por poetas, en los diálogos parece hablar sólo una persona, no están
individualizados, algo que obviamente perjudica la verosimilitud más clásicamente
realista.
Al final, una novela excelente e inteligente, lastrada en algunos
detalles mínimos, pero donde su autora ha encontrado su voz más
personal y donde creo que los lectores se van a sentir más cómodos leyendo una
historia y una denuncia que a muchos les hubiera gustado vivir o presenciar y
que puede hacer olvidar los otros desfallecimientos de su autora. (Belén
Gopegui: Lo real. Barcelona:
Anagrama, 2001, 387 pp).
Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real
Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real
Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real Belén Gopegui Lo real