martes, 10 de junio de 2014

Belén Gopegui: Lo real

Lo real, sin duda, la mejor
novela de Belén Gopegui

 que he leído hasta ahora
En este blog Belén Gopegui ha recibido suertes distintas, y por eso y pesar de algunas recomendaciones positivas, empecé a leer Lo real con bastantes prevenciones. Después de leer la contraportada, me temía que al final la novela fuera un nuevo panfleto con alguna página brillante, al modo de La conquista del aire y de Deseo de ser punk. Como he dejado claro en esas reseñas y en la de La escala de los mapas, la mejor Gopegui, que me parece también una de las mejores plumas actuales, es la menos política, la más humana y la más lírica. Y creo que en esta novela es donde mejor ha encontrado su voz.

    Y al final la lectura de Lo real, me ha confirmado esa presunción. Es, sin duda alguna, la mejor de las novelas suyas que he leído hasta ahora y también una de las mejores de todas las incluidas en este blog. No creo que sea casual que la novela haya quedado finalista al menos en tres importantes premios, dos de ellos bastante fiables: el de la Crítica de 2001, el Rómulo Gallegos de 2003 (el otro es el Fundación José Manuel Lara de Novela, de 2002, algo que no me dice mucho).

    Por comenzar con lo que más me ha gustado, creo que hay que reconocer que ese ensamblaje entre la voz narradora (Irene) y el amigo-compañero protagonista es a la vez complejo y perfecto. Ni se presta a confusiones de esas en las que nadie –a veces ni el propio autor sabe quién está hablando ni aburre con una monotonía que sólo permite cuestionar la capacidad del autor de turno para modelar más voces. Irene aparece y desaparece con naturalidad y sorpresa al mismo tiempo, como los ojos del Guadiana. La verdad es que salvo en algunos de los grandes, no recuerdo haber visto una combinación de ese tipo tan bien lograda.

    Al lado de ello, hay que poner sin duda alguna la presencia de ese coro colectivo que tanto recuerda a los coros de las tragedias clásicas (Edipo Rey, etc.) y que sin estridencias consigue dar a la trayectoria de Edmundo una dimensión épica que igualmente no recuerdo en ninguna novela contemporánea. A la vez, las reivindicaciones político-económicas de ese coro, que en La conquista del aire hubieran sido simples panfletos, aquí son mucho más humanas y menos partidistas, más generales y menos decrépito-marxistas-asamblearias. Y para acabar de rematarla, para bien, ese Edmundo que va de vengador-justiciero es en el fondo un personaje que creo que muchos de nosotros quisiéramos ser, es decir, y con algunos matices, la persona que moviéndose en la intrahistoria fuese capaz de dominar y controlar los poderes políticos para que estos miraran al ciudadano de a pie y no a sus propios ombligos.

    Igualmente, aunque están claras sus deudas con El conde de Montecristo, también queda claro que al contrario de El club Dumas, de Pérez-Reverte, Gopegui ha conseguido crear una historia completamente autónoma y modernizada. Y aunque este hecho confirme también la vitalidad de los clásicos,  Lo real es también un ejemplo de lo que deberían ser los reciclajes modernos de esos clásicos.

    En cuanto al lenguaje y a otros recursos, poco más puedo decir que no haya dicho ya a propósito de las demás novelas suyas: lirismo que no resulta empalagoso, sensación de ir hallazgo tras hallazgo y de  estar presenciado un descubrimiento continuo de las posibilidades del lenguaje etc., etc. Esta vez, sin embargo, he notado más algunas limitaciones del mismo, quizá debidos a la dificultad de Gopegui de separar su labor de narradora de su labor de guionista de cine.  Por ello, y como ocurre a muchas novelas escritas por poetas, en los diálogos parece hablar sólo una persona, no están individualizados, algo que obviamente perjudica la verosimilitud más clásicamente realista.

    Al final, una novela excelente e inteligente, lastrada en algunos detalles mínimos, pero donde su autora  ha encontrado su voz más personal y donde creo que los lectores se van a sentir más cómodos leyendo una historia y una denuncia que a muchos les hubiera gustado vivir o presenciar y que puede hacer olvidar los otros desfallecimientos de su autora. (Belén Gopegui: Lo real. Barcelona: Anagrama, 2001, 387 pp). 




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