Uno de
los principales méritos me lo ha parecido la creación del espacio de San Ireneo
de Arnois, que es a ratos un espacio utópico y a ratos un espacio distópico, o
sea, ideal y real al mismo tiempo. Hay idealización de personajes y acciones,
pero también rupturas e interrogantes, todo ello sin solución de continuidad.
Me imagino que por ahí va el simbolismo del nombre del lugar (Ireneo en griego
es el masculino de Irene [Paz]), de la misma forma que el nombre de la
protagonista, Prudencia, es el nombre de una virtud clásica que al mismo tiempo
indica control o dominio estable, pero también capacidad de acometer riesgos y desafíos.
También me ha gustado la simbiosis de ese espacio con la
originalidad del pensamiento y modo de vida de sus habitantes (y, obviamente,
de la propia autora). Sus ideas sobre la educación, el matrimonio, el
feminismo, la literatura, el valor de las cosas sencillas, etc., etc., son tan
inusuales en la mayoría de las novelas comentadas en este blog que no han
dejado de parecerme una agradable sorpresa, en gran parte también por ser
políticamente incorrectas. Lo mismo
puedo decir de su reivindicación de la literatura clásica, reivindicaciones a
las que me sumo porque que la propia experiencia de profesor de literatura no
hace más que confirmarme. Es mucha la
diferencia de profundidad crítica y estética la que veo entre los alumnos que
conocen a los clásicos y los que no.
En lo
formal, me parece que el mérito más obvio es la habilidad de la autora para crear esos
diálogos en los que las ideas van como sorprendiéndose unas a otras
continuamente, que van rompiendo (despertando) el mortecino o rutinario
(¿posmoderno?) pensamiento de Prudencia, y que, aunque a veces suenan un poco a
moralina, no dejan de presentarse como el fundamento de ese mundo diferente que
es San Ireneo y como un revulsivo capaz de reorientar la vida de la
bibliotecaria. En una entrevista, la autora aseguraba que algunas de sus lecturas
preferidas son Jane Austen, C.S.Lewis, Chesterton y L.M. Alcott; es muy
probable que en ellas se encuentre la clave de toda esa originalidad.
En fin, la singularidad de la novela daría para mucho más, pero prefiero dejarlo aquí y simplemente incluirla en mi lista de recomendados y además entre los que más me gustan, que son los de la carita sonriente, que falta nos hace. (Natalia Sanmartín Fenollera: El despertar de la señorita Prim. Barcelona: Planeta: 2013, 350 pp.).
En fin, la singularidad de la novela daría para mucho más, pero prefiero dejarlo aquí y simplemente incluirla en mi lista de recomendados y además entre los que más me gustan, que son los de la carita sonriente, que falta nos hace. (Natalia Sanmartín Fenollera: El despertar de la señorita Prim. Barcelona: Planeta: 2013, 350 pp.).