Una novela entretenida pero un poco sórdida. Y también con méritos literarios pero con unos sospechosos más acartonados que en otras novelas semejantes |
Y Ritos de
muerte no es una novela que, en su nivel, me haya decepcionado, o mejor dicho,
me ha decepcionado en un solo momento o en un solo punto, y es que, sin
pretensiones, conseguí adivinar la identidad del culpable bastantes páginas
antes que los detectives. No sé si esto es un fallo del narrador, pero me temo
que sí, pues en general las mejores novelas policiacas suelen estar lo bastante
bien construidas como para que este dato no se revele tan fácilmente.
Tampoco
esperaba mucho de su lenguaje, y es que ya se sabe que escribir dentro de un
género concreto siempre limita tanto el estilo como el argumento, el estilo y
la estructura de la narración. Aquí lo que se puede decir es que la autora
normalmente sí se preocupa de mantener cierto nivel. No hay brillos, y quizá
demasiado lenguaje barriobajero, pero me parece que al final se salva de la
quema que merecen otras novelas comerciales. Tampoco el feminismo que he visto
que resaltan otros blogs me ha
parecido maniqueo o simplista. Es un poco tópico y facilón en algunos momentos, pero también es cierto que la gama
de mujeres que desfila en la novela hace
que ésta no sea una historia de hombres malos-mujeres buenas. Aunque ya que la autora dedica unas breves digresiones a comentar las
maldades del patriarcado, no hubiera estado de más que hubiera hecho lo mismo con las del matriarcado.
Los
personajes y, un poco menos, la trama, me han parecido, en general, bien construidos.
Parece notarse que la autora ha estado planeando la historia con cuidado, y por
ello ha prestado bastante atención a la figura de Petra y a la de Fermín, que
me parece que son los que realmente sostienen todo el armazón. No es que los
demás son meras comparsas, pero caen más dentro de lo tópico, y aunque no he leído más novelas de la serie,
creo adivinar que los dos ex–maridos de Petra van a seguir sirviendo a la
autora para complementar a los personajes y a las historias con relativa
frecuencia. En cuanto a la trama, a veces está bien llevada, sobre todo en esas llegadas a ninguna parte de las investigaciones, pero también es cierto que los sospechosos no me han parecido tan sospechosos como en otras novelas.
El asunto
del delito de esta novela es un poco
sórdido, aunque desgraciadamente muy real, y la verdad, me ha parecido lo más
inverosímil de todo, incluidas las explicaciones psicológicas a las que se
recurren al final. Es donde todo aparece más acartonado y estereotipado. La parte
positiva es que permite que las típicas digresiones crítico-sociales de la
novela negra afloren con bastante frecuencia, aunque no estoy seguro de que no
pasen de lo tópico. Lo que sí queda claro al final es que el mundo en el que se
mueve Petra es completamente disfuncional, como suele corresponder a este tipo
de novelas, pero, afortunadamente, no es el único real.
En resumen,
una novela que ayuda a pasar el rato, que no defrauda en términos generales y
si la consideramos dentro del género en que se
mueve, pero que por ello tiene algunas limitaciones que los lectores más
exigentes o literarios no van a pasar
por alto. (Alicia Giménez Bartlett: Ritos de muerte. Barcelona: Grijalbo, 1996,
261 pgs.)