Hasta cierto punto lo mejor son los diálogos sobre los que se construye la mayor parte de la novela, especialmente en esos momentos en que los interlocutores muestran sus desacuerdos o su falta de sintonía. La tensión que se acumula en esos casos es altísima y absorbente. El problema es que para llegar hasta ellos hay que pasar por esos monólogos escritos en un lenguaje que es magistral pero que al mismo tiempo lleva tantas vueltas y revueltas que impide una lectura fluida y llevadera. Es un lenguaje que quiere llegar a todos los sitios, que en verdad lo consigue, pero que a menudo no sabe contenerse y huir de lo supefluo. Por lo mismo, también cabría esperar que el autor hubiera sabido dotar a cada personaje de su modo de hablar propio, y es que el lenguaje de esos monólogos apenas se distingue del lenguaje del narrador, por lo que la vida individual de aquéllos queda gravemente disminuida u ocultada por esa omnipresencia del estilo.
En una entrevista el autor explicaba el origen de esta novela a la que algunos han calificado de novela corta. Yo tengo mis reservas al respecto, entre otras cosas por la diminuta tipografía elegida por la editorial, que con otro formato habría dado lugar a una novela con una extensión bastante más 'normal'. En la penumbra nació como parte de una novela más amplia, pero que luego acabó tomando vida propia a causa de una sugerencia editorial. Aunque en esa entrevista el autor afirma también haber quedado satisfecho del resultado final, creo que es una novela que sólo va a satisfacer a los incondicionales de Benet o de la literatura más culta y quizá innecesariamente sofisticada. Yo no le niego los méritos, pues la he disfrutado en sus mejores momentos, pero sigo pensando que cualquier narrador debe conseguir que sus personajes tengan vida propia -Benet lo consigue- pero también un lenguaje propio, y 'olvidarse' de que es él quien está hablando. Eso ha hecho que otros grandes escritores (Chesterton, por ejemplo) nunca hayan podido crear una gran novela. (Juan Benet: En la penumbra. Madrid: Alfaguara, 1989, 182 pp.).