Libro de once cuentos con tonos y temas variados, que resulta fácil de leer y entretenido. Los relatos van de lo realista con tonos crudos o melancólicos ( "Foto de familia", "Chop-suey",) a los de motivos fantásticos o semifantásticos ("Intemperie de los fosfenos", "El enemigo interior"). También los hay cómicos, realmente divertidos ("Ahora que viene el frío"), y otros un poco más truculentos, quizá demasiado ("Amor horrendo", "Danza del espejo"). Tal vez sea esta variedad de tonos lo que más deba destacarse del libro y lo que hace que éste no sea repetitivo o aburrido. La contrapartida es que al final resulta difícil indentificar el mundo propio que ha querido crear el autor, porque esa variedad no siempre acaba ensamblándose bien. (También he de reconocer que es la única obra de Martínez de Pisón que he leído hasta ahora, y que por ello me falta una visión más amplia de su narrativa). Al mismo tiempo, la voz narrativa de algunos de esos relatos, como "Intemperie de los fosfenos", está muy bien mantenida y resulta muy acorde con el argumento.
De todos modos, no es un libro que me haya satisfecho completamente. El estilo parece demasiado comedido y calculado, como si el autor tuviera miedo a aciertos espontáneos o a frases rotundas y brillantes, a dejar el lenguaje fuera del control del narrador. Las frases están construidas con cálculo y mesura, pero por eso a veces resultan un poco frías, poco emotivas. El vocabulario también se me queda un poco corto, aunque no sea impreciso o insuficiente. Todo esto facilita la lectura, obviamente, pero hace que a veces la narración sea demasiado informativa, demasiado impersonal. El desarrollo de los argumentos tampoco me ha parecido estar siempre a la altura de la intensidad que se espera de un buen relato breve. Los momentos climáticos parecen con frecuencia demasiado desdibujados o débiles, o a veces concluyen en desenlaces inesperados -lo que no sería un inconveniente- pero realmente exagerados.
Sin embargo esas carencias pueden compensarse con la ausencia de la amargura y hondo pesimismo que es tan frecuente en otros narradores. Aunque en los cuentos no dejen de aparecer algunos antihéroes, Martínez de Pisón no los ridiculiza, ni tampoco escribe para burlarse de la vida. Las exageraciones de algunos cuentos proceden más de las exigencias o tópicos literarios que de una visión esperpéntica de la existencia, y la vida se ve como algo que merece la pena, aunque no sea un camino de rosas y aunque las pequeñas o medianas tragedias sean el pan de cada día. Y esto, junto a su fácil lectura, es quizá lo que más he agradecido, y lo que seguramente me lleve a usar alguno de sus cuentos en mis clases. Entre todos ellos creo que me quedo con "El Palacio del Estilo" y "El rey de bastos". (Ignacio Martínez de Pisón: Foto de familia. Barcelona: Anagrama, 1998, 162 pp.).