martes, 5 de octubre de 2010

El sueño de Venecia (Paloma Díaz-Mas)

Del entusiasmo al casi-desencanto, así es como creo que podría resumir el itinerario de mi lectura de esta novela, de cuya autora conocía el cuento "Las sergas de Hroswith", de grata memoria. El libro está organizado en cinco capítulos y en torno un hilo conductor que son los vaivenes de un cuadro-retrato de los dos protagonistas del primer capítulo. Este primer capítulo es realmente un logro en cuanto a imitación del castellano del siglo XVI se refiere. Precisamente ahora estoy explicando 'El Lazarillo' en mis clases, y a veces he sentido como si fuera un 'tratado' más del libro que dio inicio a la picaresca. Quizá pueda resultar forzado el 'final  feliz' de la historia, con la boda del pícaro con una mujer que podría ser casi su abuela, pero la forma de recrear la vida del Madrid del Siglo de Oro, los guiños al lector de El Lazarillo con ese Zaide negro que recuerda al padrastro de Lázaro, o ese nombre de Pablos tomado de El Buscón, hacen de este capítulo una pieza casi única.

El resto de los capítulos sigue una tónica semejante. Se pasa luego a comienzos del siglo XIX, a través del género epistolar, y por medio de unas cartas escritas por un viajero inglés en la España de Carlos IV volvemos a encontrar el cuadro, con su historia ya un poco más distorsionada. El siguiente capítulo es una recreación de la España del realismo burgués de mediados del  XIX, con un narrador omnisciente, un lenguaje un poco prosaico, una historia de líos más o menos matrimoniales y el cuadro que aparece al final un poco  más irreconocible. En este caso creo que el homenaje es en parte a 'La Regenta', con ese indiano galante de nombre Álvaro y que quiere ser una réplica de Álvaro Mesía, el seductor de Ana Ozores. El siguiente nos ubica en la España de la posguerra, con un narrador de novelas experimentales que habla desde la perspectiva de una niña lectora del
capitán Trueno y en cuya habitación se encuentra el cuadro ya completamente transformado. La conclusión llega con el informe final, que parece remedar el estilo de los catálogos de anticuarios o de salas de subastas o de exposiciones de pintura. Al final una versión falsa de la historia del cuadro queda consagrada como verdadera o más plausible la versión real de la misma resulta descartada por ridícula.

Como puede verse, los méritos del libro dependerán del aprecio que el lector tenga por la metaliteratura y la consideración que le merezca la habilidad de Díaz-Más para imitar los diferentes estilos. A mí particularmente me han convencido el primer y el cuarto capítulos. El segundo y el tercero me han parecido bastante más tópicos, aunque quizá esto sea inevitable, ya que se trata de evocar esas épocas históricas tal como las ha reflejado la literatura.  Así toda esta metaliteratura se convierte en el mérito y en la limitación de la novela, pues por un lado muestra la habilidad proteica del estilo de Díaz-Mas pero por otra encierra esas historias en unos motivos que pueden llegar a ser lugar común y a aburrir al lector 'más ilustrado'. Por lo mismo, los lectores que no hayan leído la picaresca, la literatura epistolar del XVIII, la literatura de viajes, o los otros tonos que trata de revivir la novela, acabarán entendiendo ésta de forma bastante limitada. Algo parecido puede decirse de la conclusión final, es decir la ironía sobre la verdad y la ficción, sobre la confusión entre verdad y mentira. Original dentro de la novela, pero tópica y demasiado repetida en la narrativa posmoderna.

A
l final una narración entretenida y quizá iluminativa para lectores con interés por la historia literaria y la metaliteratura, pero quizá demasiado monótona para aquellos que ya estén familiarizados con ese mundo. La novela ganó el Premio Herralde de novela en 1992. (Paloma Díaz Más: El sueño de Venecia. Barcelona: Anagrama, 1992, 221 pp.).



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