viernes, 28 de enero de 2011

Cada vez que decimos adiós (Carlos Pujol)

Cada vez que decimos adiós es la segunda novela que leo de Carlos Pujol, y también esta vez he quedado contento. Como en El teatro de la guerra, todo en ella parece estar medido, cada frase,  cada diálogo, cada escena... Ni falta ni sobra nada. Una curiosa muestra de ese afán de precisión puede ser la extensión casi uniforme de los párrafos narrativos o descriptivos de la novela, de unas ocho a diez líneas casi todos ellos y construidos en torno a una o dos frases principales en las que se van insertando con exactitud de relojero cada una de las palabras o expresiones que parecen hechas para ese momento. 

Pero aparte de esto y de algunas frases y diálogos breves especialmente brillantes, lo mejor es,sin duda alguna su intención paródica de las novelas detectivescas, y de manera principal las de Agatha Christie. Cada vez que decimos adiós recuerda inevitablemente a novelas como Diez negritos o Asesinato en el Orient Express, con sus víctimas y sospechosos viviendo en un mismo techo bajo el que ocurren uno o varios asesinatos que parecen romper toda lógica, en este caso por la inmediata e inexplicable desaparición de los cadáveres. La solución final también es original y es de esas que una reseña no puede ni debe revelar.

L
a parodia se produce sobre todo por el enfoque elegido por el narrador, un español profesor de castellano que vive en la pensión de una ciudad escocesa rodeado de personajes singulares, descritos a modo de figuras de cartón piedra, de commedia dell'arte o de película de Chaplin. Sin embargo no llegan a ser personajes completamente librescos o artificiales, y en varios de ellos asoma una humanidad también única y atractiva, especialmente en el caso de Theresia, la abstraída enamorada (?) del narrador. En otros ocasiones esos personajes son más bien portavoces de las ideas singulares e irónicas del autor, pero todo ello coordinado e insertado en la narración con elegancia y originalidad, sin que ésta se convierta en un mero pretexto doctrinario o pedagógico.

Como historia, Cada vez que decimos adiós, también funciona, aunque quizá no satisfaga a quienes gusten de argumentos emocionlaes y situaciones límites. Y es que el lector ideal de esta novela tiene que estar familiarizado con el mundo literario y cinematográfico al que continuamente se refieren  los guiños de Pujol, unos guiños que para ese lector van a resultar en continuas 'carcajadas silenciosas'. En este sentido el libro es divertidísimo y una pequeña obra maestra, imprescindible para este tipo de público.

Así  pues, otro acierto de Carlos Pujol, que disfrutarán sobre todo los aficionados al género policiaco y de la parodia metaliteraria. Si se va buscando una simple historia detectivesca es probable que acabe defraudando. De los libros comentados hasta ahora en este blog, el más parecido es sin duda alguna Los amigos del crimen perfecto, de Andrés Trapiello, también en mi lista de recomendados. (Carlos Pujol: Cada vez que decimos adiós. Barcelona: Seix Barral, 1999, 190 pp.).



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