miércoles, 19 de enero de 2011

Lo raro es vivir (Carmen Martín Gaite)

Otro golpe de fortuna. Al leer esta novela me ha quedado un poco más claro una especie de idea idea-borrador que tenía en la cabeza y  según la cual clasificaría los buenos escritores dos grupos. El primero sería el de esos escritores en los que se nota el esfuerzo por trabar el argumento, los personajes y el lenguaje de modo armónico y unitario. Al final el esfuerzo da fruto y nos ofrecen una novela bien armada y sólida, pero quizá un poco fría en su perfección. Otro es el de los escritores que parecen serlo por vocación o de forma natural, que no necesitan o no parecen maquinar la combinación de esos elementos para producir su novela, y nos dan una historia, un texto y unos personajes que parecen nacidos naturalmente para esa novela, para esa historia y con ese lenguaje.


      A este segundo grupo de novelas creo que Lo raro es vivir, cuyo título resume muy bien o idea directriz de la narración. El argumento nos viene a decir que la vida es un milagro y un regalo, un milagro que necesitamos saber descubrir y un regalo que no siempre entendemos y que a veces nos hace llorar. Ese argumento -las vivencias familiares, amorosas y profesionales- de Águeda no se desarrolla en forma lineal o cronológica sino que está lleno de varios vaivenes temporales y también de varias formas narrativas pero que en este caso eso no llega a desorientar o cansar al lector. La razón de ese logro, me parece, estriba en que esos momentos relativamente independientes están sin embargo muy bien unidos por el tono que les da la protagonista. En esos episodios descubrimos sobre todo que la vida es el encuentro con todo lo humano (dolor, amor, pequeñas o grandes miserias, pequeñas o grandes amistades, pequeños y grandes desengaños...), y que precisamente todo ello es lo que tenemos que saber aprovechar para crecer y despertar a la vida.

      En esta novela, narrada en primera persona, Martín Gaite aparece llena de recursos imaginativos y estilísticos a cada momento, como si simplemente fuera eligiendo el más apropiado para la ocasión. Así abundan las escenas y personajes impecablemente elaborados, como ese Tomás, que parece un novio perfecto pero posible, o esa inolvidable Rosario Tena, la artista/profesora frustrada y ese abuelo que puede (o no) estar loco. La escena del capítulo final con el abuelo que confunde (¿o no?) a Águeda con su madre, y el epílogo, en que Águeda y Tomás aparecen disfrutando de esa hija que representa la alegría de estar vivo, son un clímax y un desenlace simplemente perfectos. 

      En fin, una novela excelente, y un mensaje que compensa el pesimismo de muchas otras narraciones contemporáneas. Por ello, no me puedo resistir a copiar una cita del libro, que resume muy bien todo lo que esta historia quiere decir: "Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que los que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y de que esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal" (p. 73; para una cita semejante en otra obra de Martín Gaite comentada en este blog, hacer click aquí; Carmen Martín Gaite: Lo raro es vivir. Barcelona: Anagrama, 1996, 229 pp.).




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