Algunos logros de esta novela son realmente sobresalientes, aunque otros me pusieron los pies en el suelo e hicieron que bajase a Marías de las nubes donde lo han colocado algunos hagiógrafos. Entre los primeros, sobre todo, es magistral esa organización del argumento en torno al leit-motiv de los pares y parejas que escuchan y ven, o son escuchados y vistos, pero nunca establecen una comunicación plena. Pero en este caso –no así en Negra espalda del tiempo– no me llenó tanto ese lenguaje que algunos califican de proustiano,y que quizá lo sea, y que sin embargo no me parece a la altura de los deseos interiorizantes que Marías pretende aquí con sus personajes. La escena desencadenante del desenlace me recordó quizá demasiado al recurso un poco forzado que utiliza Clarín en La Regenta para dar inicio al anticlímax de su novela. Lo mismo puede decirse de algunas reflexiones acerca del matrimonio, por ejemplo), o la tesis principal del libro (sobre la conveniencia de saber o ignorar la verdad). Como problemas novelescos o ficcionales, no dejan de ser interesantes. Cuando se les ubica en un nivel filosófico o de la vida práctica, que creo que es adonde quiere llevarlos Marías, no aguantan el mínimo embate serio. ¿El pensamiento débil, quizá? Algunos de mis alumnos disfrutaron la novela, y a otros les pareció demasiado interior y repetitiva o con un morbo innecesario en algunos momentos. (Javier Marías: Corazón tan blanco. Madrid: Anagrama, 1992; Premio de la Crítica 1993).