Novela de orientación fantástica con el motivo del golem u hombre artificial como tema director. La trama del libro se desarrolla con un crescendo, a veces acertado, a veces desigual. Son interesantes y logradas las pistas y guiños que el narrador va dejando caer acerca de la identidad del protagonista y la sorpresa de su identidad final, que hace encajar bien las incógnitas y singularidades expuestas en los capítulos previos. Sin embargo, en éstos hay algunos momentos que parecen demasiados o independientes de la trama principal, y quizá superfluos (algunas de las conversaciones con el librero, etc.). Las reflexiones sobre el sentido de la vida se enmarcan bien en ese tono simultáneo de ironía y seriedad en que el autor mueve al personaje, pero el pesimismo final no deja de ser desalentador y la recurrencia a lo sexual (y no a la autoconciencia) como clave en la identidad humana quizá demasiado insistente. Probablemente lo mejor elaborado sea el desenlace, donde una serie de hábiles giros narrativos muestran la identidad de Esteban, la necesidad del amor, y el poder de éste para adormecer las angustias existenciales, que, sin embargo, siguen siendo reales e irresolubles. Lo que más insatisfecho me ha dejado ha sido el lenguaje. Me parece demasiado neutro y sin marcas estilísticas propias. Al final, una novela en la que las originalidades de la trama y los méritos de la narración quedan perjudicados por un estilo demasiado impersonal, algunas escenas inconexas y unos vuelos filosóficos que podrían haber llegado más lejos si el autor no se hubiera quedado enredado en tópicos, esoterismos y cosas por el estilo (Andrés Ibáñez: Memorias de un hombre de madera. Palencia, Menoscuarto: 2009, Premio Tristana 2009).