Esta novela de J. J. Millás muestra unos hábiles recursos narrativos que en general la hacen funcionar muy bien en ese nivel. La lectura del diario de su madre que Elena hace a lo largo de la novela y que la revela que ella, Elena, es a la vez una copia y un opuesto de su madre, y que eso se va repetir en su hija y en su nieta, producen una estructura circular apropiada para el mensaje de agobio existencial que transmite el argumento. De la misma forma, la lectura de los informes del detective contratado por ella para vigilar a su marido, y a ella misma, sirven para completar desde fuera la imagen que ella persigue de sí y que de otra manera hubieran sido más difíciles encajar en el argumento.Y esto es lo que más me ha gustado de la novela.
El título y la forma de materializar el sentimiento de soledad de Elena no me acaban de convencer, quizá porque no he entendido bien las intenciones del autor. Si lo que Millás ha querido ha sido mostrar la pesadez de la soledad, no creo que una narración tan centrada en la protagonista, donde ella actúa como catalizadora activa de todas las acciones, sea la más apropiada para ello. Me parecen más duras la soledad de Ana Ozores en el último capítulo de La Regenta o la humillación de 'Bola de sebo' en el famoso cuento de Maupassant, donde la condición de víctima de las dos mujeres intensifica mucho más su insoportable situación. Elena, por el contrario, no parece ser víctima más que de su propia abulia. Tampoco tengo muy claro que tanta insistencia en lo escatológico, en lo visceral y en el uso continuado del hachís sea la mejor forma de ejemplificar ese vacío (No lo he llevado por cuenta, pero calculo que Elena va al baño unas treinta veces, en una novela de 180 páginas de letra grande, y se fuma unos cuarenta canutos). Porque más que de soledad creo que la novela trata del vacío, de la náusea de Sartre. La redención de Elena que se apunta al final, a través del enamoramiento del detective, no me parece un contrapeso suficiente para redimir el pesimismo del resto de la narración. De hecho parece como si el narrador hubiera decidido parar ahí la historia porque con sus presupuestos de partida una segunda relación amorosa tampoco hubiera podido ser feliz.
Es una novela apropiada para mostrar el desengaño político y existencial que siguió a la desaparición de la Dictadura, pues Elena y su marido fueron contestatarios del franquismo pero ahora viven de la corrupción y en el vacío espiritual de la Democracia. No lo es tanto tanto para entender la situación de soledad. A pesar de su relativa brevedad y de su accesible lenguaje, me parece que mis alumnos no disfrutarían esta novela. Demasiado deprimente para su gusto. (Juan José Millás: La soledad era esto. Barcelona: Destino, 1990).